15 diciembre, 2010

Economía y cultura en la Argentina: haciendo cuentas

“Hacer la cuenta” y “Valor y Símbolo” son dos nuevas publicaciones del Sistema de Información Cultural de la Argentina que vale la pena leer detenidamente si se quiere profundizar la relación entre economía y cultura en nuestro país.
“Hacer la cuenta” sistematiza la información recopilada por el SinCA sobre gasto cultural de las provincias argentinas y del estado nacional así como las diferentes institucionalidades que asume en esas jurisdicciones el sector cultura.

Se destaca el crecimiento del producto bruto cultural que pasó del 2,3 % en el 2004 al 3,5% en 2009. Analiza también el gasto cultural por habitante en el total del país arrojando un valor de casi 26 pesos – unos 5 euros.

El análisis provincia por provincia muestra un altísimo nivel de dispersión entre los extremos: 119 pesos (poco más de 22 euros) por habitante en la Provincia de San Luis – la que más gasta – y apenas un 1 peso para Formosa, la de menor presupuesto.

Hace un pormenorizado análisis del gasto provincial y su relación con el desarrollo económico. Dice:

“La asociación es directa: frente a un mejor desempeño socioeconómico, se observa un mayor gasto destinado a cultura (medido en porcentaje sobre el total y como gasto por habitante); ante un desempeño socioeconómico más pobre, menor será el gasto destinado a cultura”.
En “Valor y Símbolo” se repasa tanto la historia de las industrias culturales en la Argentina como su desempeño actual abarcando diarios y revistas; libros; discos; películas; radio; televisión.

En las industrias culturales también se pueden observar profundas asimetrías: la ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, tiene apenas el 7,7% de la población pero concentra el 67,3% de los títulos editados. Y si se compara la cantidad de ejemplares publicados la participación llega al 84,2%.

La verdad es que estas asimetrías de la estructura cultural argentina son bastante conocidas. Por caso, ya nos habíamos ocupado de ellas en dos artículos: La cultura partida y Federalismo y cultura.

Lo extraordinariamente valioso es la recopilación de datos e indicadores que realizó el SinCa brindándonos una base de datos para debatir el tema con mayor pertinencia. Párrafo aparte merece la excelente atención de este organismo público: para recibir los ejemplares impresos solo tuvimos que pedirlos por correo electrónico y luego pasar a buscarlos. Y además los están poniendo en línea para que cualquiera pueda bajarlos de su sitio.

Espero que nuestro lectores – por lo menos los de Argentina – consulten y trabajen sobre estos datos; tal vez así podamos empezar a diseñar un plan nacional de cultura que permita desandar nuestros profundos desequilibrios.

01 diciembre, 2010

Patrimonio cultural y nuevas tecnologías

El patrimonio cultural puede ser pensado como tecnología acumulada en el tiempo y el espacio por la especie humana. Espacio progresivamente empequeñecido por las tecnologías del movimiento, el transporte y la proyección.
Tiempo profundamente alterado por la instantaneidad de los procesos comunicacionales desatados por la revolución digital que siguió a la implosión del bloque soviético y la puesta en público de tecnologías amasadas durante la guerra fría.
Y cuando decimos tecnología nos referimos a conocimiento aplicado a la producción y puesta en valor de objetos y servicios. Y, sobretodo, de símbolos.
La tecnología se convierte en patrimonio cultural cuando es valorada como tal en un contexto cultural concreto. Deja así de ser mera técnica – contingente y fácilmente reemplazable – para convertirse en soporte de una particular manera de resolver la experiencia humana.
La pintura rupestre, la tradición oral de un pueblo o los modos de hacer devienen patrimonio cultural mediante decisiones sociales e históricas sostenidas - de nuevo - en el tiempo y el espacio.
Pero además el patrimonio cultural es el insumo básico que utiliza toda cultura para ser tal y proyectar su propio sentido. Incluso para desarrollar nuevos artefactos tecnológicos.
Pensamos, pintamos, actuamos, amamos y hasta morimos en relación a los símbolos recibidos de nuestra historia identitaria. Incluso cuando creamos símbolos novísimos lo hacemos como ruptura militante con lo heredado.
Vista así, la triada tecnología - patrimonio - cultura adquiere una recursiva complejidad que solo puede ser interpelada desde la experiencia histórica.Y solo hasta el punto de reconocer el inevitable triunfo de la incertidumbre: no importa cuan nuevos sean nuestros soportes tecnológicos, en algún lugar se está inventando una nueva tecnología llamada a decretar la obsolescencia de nuestras novedades.
Ya hemos sostenido que la verdadera Internet – cabecera de playa de la revolución tecnológica de las últimas décadas – fue inventada por Jorge Luis Borges en un improbable verano marplatense. Hubo, también, algunos periodistas que entrevieron el mismo dato.
Una sola frase de Borges – que ya hemos citado – demuestra esta aseveración:
"... imagino al hombre moderno en su gabinete de estudio... provisto de teléfonos, de telégrafos, de fonógrafos, de aparatos de radiotelefonía, de cinematógrafos, de linternas mágicas, de glosarios, de horarios, de prontuarios, de boletines... para un hombre así facultado el acto de viajar era inútil..."
Ahora bien ¿Qué importancia tiene poner esto en discusión? La cultura ha sido definida como conjunto de “relaciones esenciales” construidas “histórica y socialmente”.
Pero esas relaciones esenciales – con la propia comunidad, la naturaleza, las otras comunidades y lo sagrado o trascendente – se construyen mediante los más diversos artefactos. Un templo, un cuadro, incluso un arma solo tienen sentido a partir de esas relaciones.
Algunas miradas se enfocan en los artefactos otorgándoles una autonomía conceptual rayana en el absoluto, subordinando lo humano mismo. Entonces los males humanos están causados por la simple carencia de artefactos.
Pero si Borges inventó antes la red, tal como hemos sostenido, la diferencia que importa es el símbolo. Porque solo este desata las voluntades/ sueños/ pesadillas que viabilizan relaciones y artefactos.
Quizá lo que Borges soñó como símbolo se haya concretado en las redes militares como pesadilla inminente. Oposición dialéctica superada por la caída de un muro y el empuje de ciertas sociedades civiles que se planetarizaron más aceleradamente que otras. ¿Y las comunidades?
Las comunidades – entendiendo por tales a grupos humanos más afectos a los mitos que a los contratos – han ido más despacio. Más pendientes de sus propios ritmos temporoespaciales que de la novedad del artefacto.
Entre la comunidad y las sociedades contractuales median dos racionalidades diferentes respecto del patrimonio. Para estas ultimas el patrimonio necesita ser sostenido en objetos durables que, en un extremo, pueda ser "consumido".
Para las otras el patrimonio forma parte de la cotidiana humanidad: no hay museos ni bibliotecas, solo personas que viven inmersas en sus simbolos. De alli que sean los museos etnograficos los mayores reservorios de objetos pertenecientes a nuestras comunidades originarias.
Entre unas y otras circulan tambien, muchos prestamos, apropiaciones e intercambios patrimoniales y sincretismos varios.
Cada una de estas realidades plantean problemas diversos a la preservacion y difusion del patrimonio cultural.
En algunos casos se trata de dilemas éticos ¿Tiene alguien el derecho de apropiar el patrimonio cultural de otras culturas? ¿Puede alguien, aduciendo particularismos varios, negar el disfrute de su patrimonio cultural al resto de la humanidad?
Otras encrucijadas refieren a problemas técnicos concretos ¿Con que dispositivos leeremos los registros patrimoniales cuyos soportes vayan siendo progresivamente obsoletos? ¿Quien financiará la conversión a soportes más actuales de los registros de los sectores más pobres de nuestras comunidades americanas?
En nuestro blog hemos cubierto algunas iniciativas que oportuamente consideramos promisorias, citamos unas pocas a modo de ejemplo:
Observatorios culturales: un informe para el debate
, Tecnología y desarrollo cultural en el plano local,
El patrimonio cultural en la educación secundariaLa red está llena de las respuestas más diversas a estos temas. Apelamos a nuestros lectores para ir relevando estas experiencias con vistas a un iforme que, quizás, tenga formato de papel.
Notas Relacionadas: