
Lo primero que
debemos decir es que el empleo cultural en la Argentina es muy
complejo y que ha sido abordado por una publicación del SINCA cuya
lectura recomendamos.
Sobre la base de ese
informe publicamos no hace mucha alguna breve reflexión bajo el
título “Empleo cultural en la Argentina: techo o nuevo piso”
donde proponíamos algunos debates sobre las posibilidades de empleo
en el sector cultura de nuestro país.
Hay además una
serie de reglamentaciones que tienen que ver con el trabajo artístico
y que sería muy largo de enumerar ya que van desde los derechos de
autor hasta los sistemas a porcentaje o, incluso, el valor de las
horas cátedras aplicadas al desarrollo de talleres, cursos y
seminarios.
Sin embargo la
consulta de nuestra gente suele referirse a una situación más
acotada: alguien les propone una tarea específica por un tiempo
determinado; generalmente ligado a una producción artística – una
puesta de teatro o un festival, por ejemplo – o al desarrollo de
una institución típicamente cultural – una biblioteca, un museo,
etcétera.
Las tares que se les
proponen a nuestros estudiantes van desde “hacer la prensa” hasta
obtener financiamiento pasando por la formulación de proyectos o
preparación de carpetas para aspirar a créditos, subsidios y
premios.
Y aquí surge una
primera división: cuando se trata de obtener fondos lo más
aconsejable es que la tarea sea remunerada a través de una comisión
– entre el cinco y quince por ciento según los volúmenes – más
alguna cifra prefijada para gastos eventuales: por ejemplo pasajes o
materiales gráficos que hubiera que preparar. La comisión es tanto
más baja cuanto mayor es la posibilidad de obtener grandes
volúmenes.
Un caso particular
es de esto último es cuando se nos propone realizar una campaña de
crowdfunding o financiamiento masivo. En estos casos debe haber un
presupuesto que el público pueda consultar y, por tanto, debe ser
transparente y muy racional; digamos que una comisión superior al
cinco por ciento no tendría buena prensa. Sobre estas y otras
plataformas les sugerimos consultar nuestra nota “Plataformas digitales y culturas sustentables”.
Ahora bien ¿Qué
pasa cuando la tarea que se le propone al estudiante o graduado
reciente no está referido a la recaudación de fondos?
Una primera
aproximación resulta de estimar la cantidad de horas que demandará
la tarea en sí: por ejemplo dos horas diarias durante los diez días
previos al lanzamiento de un espectáculo. Una variante de esto es
fijar una cifra y un objetivo a cumplir: obtener cierta cantidad de
menciones en un plazo determinado por un importe fijo que bien puede
ser definido en función del salario mínimo que establece la ley. En
este sentido debemos aclarar que estamos hablando de alguien que
recién empieza; las personas con más experiencia manejan otros
volúmenes en relación directa a la calidad de la agenda de medios
que manejen.
Finalmente queda,
nos parece, una pregunta ¿Cómo fijar el valor de la hora de un
trabajo que no es de oficina y que no puede tratarse con los
parámetros y controles habituales?
Aquí la clave está
en el llamado costo de oportunidad que refiere a qué dejo de ganar
por ocuparme de hacer esta tarea.
Una persona que está
realizando otro trabajo, cualquiera el sea, deberá descuidarlo,
eventualmente perder oportunidades, por ejemplo de hacer horas
extras, para ocuparse de aquello nuevo que le han propuesto. Ese es
su costo de oportunidad y su precio. El cambio debe ser por lo menos
neutro; es decir no debiera perder.
También puede ser
que realice tareas no remuneradas pero que reemplazarla suponga algún
tipo de gasto adicional. Por ejemplo si cuida sus niños deberá
pagarle a alguien para que lo haga; he ahí su precio mínimo.
El valor de la hora,
en este tipo de contratos, más o menos informales, surge de una
negociación. Y quien está empezando una carrera profesional tiene
un bajo margen de maniobra que irá incrementándose en la medida que
crezcan sus contactos y su prestigio. De modo que la calidad de la
propuesta que recibe es crucial en la consideración del precio a
pactar: cuanto más puertas le abra la nueva propuesta de trabajo más
tentada estará la persona de hacerlo aunque sea gratis. Y eso nos
lleva al trabajo voluntario que suele ser un modo de acercarse al
mercado laboral. Por lo menos en la Argentina.
Para esos casos la
respuesta es muy simple: voluntario no significa sin reconocimiento.
Lo mínimo que deberemos pedir es la visibilidad y acreditación de
nuestra tarea. Tampoco explotación o condiciones indignas de
trabajo. Por ejemplo, estar cuatro horas parado en la puerta de un
museo – el caso es real – no es gestión cultural ni trabajo
digno.
Quienes ya tienen
una trayectoria en el mundo de la gestión cultural saben que los
primeros pasos surgen de una combinación de estos ejemplos que hemos
puesto. Y que esa combinación surge de los contactos previos y los
que vayamos realizando, de las recomendaciones de amigos y colegas y,
por qué no, de la suerte. Y que la suerte es aliada de quienes más
caminan. Espero que les resulte útil y que nos dejen sus críticas,
aportes y comentarios.