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18 mayo, 2016

Novedosa propuesta cultural en La Plata

El Centro Cultural Estación Provincial de la ciudad de La Plata ha presentado en el Concejo Deliberante de esa ciudad un proyecto de ordenanza para crear el Circuito Cultural Meridiano V en el barrio de ese nombre en la capital de la Provincia de Buenos Aires.
El proyecto es un modelo de institucionalidad cultural cuando menos novedoso ya que supone la incorporación de una asamblea barrial a los dispositivos de formulación y gestión de políticas culturales propios del gobierno local.
El proyecto de ordenanza se propone "reconocer y potenciar" a la asamblea barrial integrada entre otros grupos por: Cooperativa de Trabajo “17 de Octubre La Plata Limitada” -situada en calle 13 y 71-, el Centro Cultural y Recreativo “Estación Provincial” -situado en 17 y 71- y el Grupo Cultural “La Grieta” –situado en 18 y 71.
El artículo segundo propone "promover y desarrollar" el barrio mediante "los diferentes lenguajes artísticos" y el "desarrollo sustentable" de una propuesta cultural, turística y recreativa.
Cabe destacar que la Asamblea Barrial y el Centro Cultural Estación Provincial se asientan en un barrio que languideció décadas tras el cierre definitivo, en 1977, del ferrocarril que le diera origen.
Estos colectivos culturales vienen trabajando desde 1998 en la recuperación del barrio mediante iniciativas que combinaron la acción cultural con diversas propuestas de desarrollo autogestivo del espacio barrial; incluida su participación en los procesos de presupuesto participativo que llevó adelante el municipio de La Plata.
De hecho nuestro blog ha registrado en varias oportunidades la evolución de estas propuestas, por ejemplo en una nota que en su momento - 2008 - tituláramos: Gestión cultural y presupuesto participativo.
Este cruce que hacen los vecinos entre gestión cultural, representación del barrio ante las autoridades municipales y una propuesta de recuperación económica del barrio siempre nos ha parecido un modelo de gestión digno de ser replicado.
El proyecto de ordenanza que esta semana debiera estar debatiéndose en el Concejo Deliberante es la culminación del modelo al reconocer al barrio como Circuito Cultural Meridiano V.
Propone en su artículo 4 crear la figura del "Director del Circuito Cultural Meridiano V". Y mediante el artículo 6 establece la "Comisión de Política Cultural del Circuito Cultural Meridiano V integrada por representantes del Departamento Ejecutivo, el Concejo Deliberante, las organizaciones no gubernamentales involucradas así como representantes de vecinos, comerciantes y emprendedores.
El artículo 7 propone establecer exenciones a distintas tasas municipales.
Por último en su artículo 9 propone crear el "Parque del Trabajador Ferroviario".
La gestión cultural aparece aquí como un modelo que va mucho más allá de los lenguajes artísticos aunque involucrándolos. Así la cultura misma se vuelve, diría Kusch, estrategia de vida en tanto supone abarcar todos los aspectos del vivir en comunidad: desde la formación y el disfrute de los lenguajes artísticos, la dinamización del espacio urbano y la generación de fuentes de trabajo.
Esperemos que el cuerpo legislativo platense entienda que está debatiendo nuevos modelos de gestión, más democráticos, participativos y sustentables.

Texto completo del Proyecto de Ordenanza

24 septiembre, 2015

Patrimonio e identidad cultural: aproximaciones preliminares

- Nadie duda de la relación íntima entre patrimonio e identidad cultural. Ambas realidades se requieren mutuamente activas para ser tales. O, para decirlo más llanamente: no hay identidad cultural sin un patrimonio cultural material e inmaterial que la sostenga.

- Tan necesaria es esta relación que, para ser claros, necesitamos partir de la mala noticia que lleva implícita: el patrimonio cultural es caro, muy caro. Sin inversión no hay patrimonio y sin patrimonio no hay identidad.

- Y cuando decimos inversión nos referimos a recursos de todo tipo de los cuales el más importante no es el monetario aunque a veces parezca lo contrario.

- ¿Reduce esto el problema a una cuestión de economía de la cultura? No, pero ayuda y mucho empezar por ahí. Eso intenta poner a debate mi participación en estas jornadas.

- Un buen subtítulo para esta ponencia podría referirse a modelos sustentables de gestión del patrimonio cultural en el medio rural. Una sustentabilidad que tendría que atender, por lo menos, tres ejes:
* sustentabilidad ambiental
* sustentabilidad participativa y
* sustentabilidad financiera

- Permítaseme citar a una amiga y colega que ha trabajado mucho en el Proyecto Huellas, María Silvina Iroleguy, quien hablando del próximo congreso internacional de patrimonio cultural en el medio rural que se hará en Benito Juarez, provincia de Buenos Aires en noviembre próximo quien decía que, para hablar de patrimonio cultural hay que:

"Trabajar en el sentimiento colectivo, con gente que quiere comprometerse con la comunidad, que quiere cambiar las formas de relacionarnos con nuestra cultura. Emancipar el conocimiento mediante la expansión de los saberes y la co-creación de contenidos y metodologías. De este modo conoceremos las distintas formas de ver, tratar y considerar al patrimonio rural como generador de riqueza y posibilitar a los agentes locales el desarrollo de iniciativas culturales y económicas innovadoras y sostenibles dentro de su propio territorio."

- Como se ve están presentes estos tres ejes a los que hacíamos referencia; la participación, la sustentabilidad y la economía yendo, incluso, un paso más adelante: la creación de riqueza.

- Pero antes de avanzar por el camino de la economía de la cultura conviene decir que el concepto mismo de patrimonio cultural está cruzado por varios debates teóricos que nosotros vamos a omitir en razón de la brevedad.

- Sí necesitamos dejar sentada posición en cuanto a que patrimonio natural, patrimonio histórico y patrimonio cultural forman parte de una misma construcción social e histórica a la que llamamos cultura. Es decir que no se trata de fenómenos aislados en sí ni mucho menos de realidades rígidas e inmutables sino que están sujetas al cambio y la creatividad de las personas y las comunidades. Son parte fundamental de esa estrategia de vida que, siguiendo a Kusch, denominamos cultura.

- De lo cual se desprende la necesidad de "abrir los modelos mentales" con que operamos sobre el patrimonio. Entender que el patrimonio cultural está sujeto a presiones y disputas de poder que nunca son inocentes. Y que una construcción democrática y participativa del patrimonio común requiere decisiones políticas y económicas surgidas desde las complejas tramas sociales de nuestras comunidades sin exclusiones de ningún tipo.

- Y que debemos prevenirnos contra todo intento de imponer una visión única y verticalista de la identidad y el patrimonio cultural. Como solemos decir: la cultura no debe pedir permiso.

- También el concepto de identidad cultural está habitado por múltiples confusiones: la más grave de ellas es la idea de una identidad cerrada sobre sí misma e inmune a los cambios.

- Una identidad cultural que se desangra en las pérdidas a que es sometida por el influjo creciente de la "globalización" que todo lo destruye. Cierto es que hay una globalización escrita
desde el poder y que tiende a la uniformidad de la experiencia humana.

- Pero también hay una globalización asentada en la construcción de nuevas y más democráticas convivencias planetarias. Donde el conocimiento, la tecnología y nuevas formas de socialización son posibles a condición de centrarse, justamente, en la propia identidad cultural.

- ¿Pero qué es entonces la identidad cultural? El conjunto de rasgos, costumbres, tradiciones que nos hacen ser diversos de otras experiencias humanas construidas en el tiempo y el espacio por los diferentes actores sociales que habitan un territorio.

- Porque la identidad cultural es siempre una constatación de la otredad inevitable de la experiencia humana. Aun en la universalidad de la que toda persona forma parte.

- Rodolfo Kusch, filósofo argentino empeñado en desvelar lo americano profundo, decía que "Una cultura americana no ha de consistir en ver alguna vez un cuadro y decir que ese cuadro es americano. Lo americano no es una cosa (...) La cultura americana es ante todo un modo: el modo de sacrificarse por América".

- Parafraseando a Kusch podemos decir que la identidad cultural no es una cosa sino el modo en que nos sacrificamos por nuestro hábitat.

- Pensadas desde allí patrimonio e identidad cultural son cualquier cosa menos un conjunto de repositorios prolijamente catalogados: son materia viva que co creamos en comunidad mediante nuestra decisión de construir este pedazo de mundo sobre el que asentamos nuestro domicilio físico y existencial. Después vendrán las técnicas de catalogación, las restauraciones y las puestas en valor.

- Allí la técnica cobrará un valor superior que la técnica misma: el valor de nuestra decisión cultural de estar aquí, en este mundo nuestro, dialogando con el mundo otro. Y en absolutos términos de paridad humana.

- Permítaseme ilustrar esto, brevemente, con la experiencia de mi propio pedazo de mundo: la ciudad de Glew en el conurbano bonaerense.

- Glew era hacia mediados del siglo pasado un pueblo rurbano donde el tambo empezaba a dejar paso a la ciudad dormitorio que proveía de mano de obra a la creciente industrialización de las periferias porteñas.

- Llegó entonces un artista plastico - Raul Soldi - que propuso y logró pintar la capilla del pueblo en acuerdo con la comisión Mediator Dei del Obispado de Buenos Aires.

- La pintura consiste en narrar la vida de Santa Ana y San Joaquín, padres de Maria, abuelos de Jesús, en las calles y con las costumbres del pueblo de Glew. Así el milagro evangélico ocurre en la esquina de mi barrio, en sus calles polvorientas, pueden verse los por entonces últimos molinos de viento que abastecian de agua a la producción rural.

- Con el tiempo e investigando la génesis de la obra supimos que la misma formaba parte del movimiento de inculturación del mensaje evangélico que culminó con las reformas del Concilio Vaticano II. El equivalente, en artes plásticas, a La Misa Criolla.

- Lo interesante del caso es que las familias más tradicionales del pueblo se opusieron a la obra porque no respetaba las tradiciones locales.

- Hoy, apenas seis décadas después, no es posible pensar la identidad de nuestra ciudad sin la capilla pintada por Soldi, además de otras obras como la fundación que lleva su nombre y exhibe sus cuadros y administra una sala teatral donde se forman elencos de vecinos que han obtenido diversos premios. Y además la Biblioteca Pablo Rojas Paz que al homenajear al escritor tucumano nos emparenta, por ejemplo, con la fuente de las Nereidas de la escultora Lola Mora.

- Ese patrimonio cultural se montó a pesar de las tradiciones locales recombinando disponibilidades propias y ajenas. Se sacrificó una parte de la identidad preexistente para gestar una identidad más potente.

- Una identidad cultural que - diría Kusch - está siendo y que, en un punto, no ha terminado de desplegarse en toda su potencialidad.

- ¿Estamos diciendo que para gestar nuevas identidades culturales es siempre necesario sacrificar lo existente? De ninguna manera.

- La identidad y el patrimonio cultural son siempre el producto de recombinar lo existente, lo apropiado, lo prestado y lo que, en un extremo, podría no existir. Incluso resignificando aquello que se nos ha impuesto contra nuestra voluntad, como cuando mapuches, guaraníes o collas resignifican el término "indios".

- ¿Podría imaginarse la cultura urbana de la Argentina sin el llamado rock nacional? Un movimiento cultural que nació de reprocesar un elemento cultural ajeno impuesto por la industria musical norteamericana.

- Incluso el rock nacional funcionó como herramienta de lucha contra las variopintas dictaduras que sufrimos durante la segunda mitad del siglo pasado.

- Y si hablamos de préstamos, imposiciones, apropiaciones, de lo propio y de lo ajeno estamos hablando de economía de la cultura: la aplicación de recursos escasos a fines múltiples.

- La diferencia sustancial es que el patrimonio y la identidad cultural son fenómenos abundantes. De hecho podríamos hablar, parafraseando a Santillán Güemes, de los múltiples e infinitos modos en que las personas y las comunidades resuelven sus relaciones esenciales con la propia comunidad, las otras comunidades, la naturaleza y lo que consideran sagrado con el objeto de dar continuidad y sentido a su propia experiencia cultural.

- En términos económicos el patrimonio cultural puede perfectamente ser asimilado al stock de las organizaciones comerciales. Solo que en esto las organizaciones comerciales tratan de llegar al nivel cero de stock ya que su mantenimiento es muy caro, tanto en términos financieros cuanto en términos de acondicionamiento, seguridad, etcétera.

- En el terreno de la cultura está claro que no podemos siquiera pensar una situación de stock cero: no habría lenguajes, ni símbolos ni convivencia posibles. De allí que digamos que la cultura es el fenómeno más caro pero también más irremplazable de la condición humana.

- Las empresas resuelven esto mediante diversas técnicas productivas que tienden a la movilización permanente de sus stocks ¿Podemos aprender de estas técnicas para hacer más sustentable el patrimonio cultural? Creemos que sí, a condición de no olvidar que estamos hablando de continuidad y sentido y no de un simple problema de costos.

- En primer lugar entendiendo que el patrimonio cultural es una disponibilidad que entraña costos pero que consagra el valor en la medida que lo usamos. Para decirlo más directamente: no hay patrimonio cultural más caro que aquel que no se usa intensivamente.

- Hay un uso evidente, muy consagrado, que es el turismo cultural: la posibilidad de atraer audiencias hacia nuestros territorios en función de un patrimonio cultural bien organizado y adecuadamente interpretado. Un uso económico que siempre podemos mejorar.

- Pero hay otros usos menos extendidos pero que también tiene implicancias económicas: el cruce con otras experiencias de los sectores públicos, sociales y aun privadas. Por ejemplo las bibliotecas, las escuelas, los hospitales y aun los cuarteles militares.

- Si logramos esto es posible pensar en el público ya no como audiencias sino como socios privilegiados en el sostenimiento y promoción del patrimonio cultural. Nuevas tecnologías como las plataformas de crowfunding pueden ser claves en el fondeo de nuestro patrimonio.

- La diferenciación entre bienes cuya conservación requiere condiciones de guarda muy estricta de aquellos que pueden ser movilizados más intensamente saliendo a la búsqueda de públicos.

- Por último es clave pensar el cruce con las industrias culturales. Un ejemplo obvio es que todo patrimonio (natural, histórico, cultural) puede ser instrumentado como locaciones para las producciones de las industrias culturales.

- Para sintetizar: el cruce entre identidad y patrimonio cultural requiere de nuestro sacrificio en defensa de nuestro hábitat, un sacrificio en el que necesitamos salir del espacio de los especialistas para involucrar a todos los habitantes del territorio. Pero también de la instrumentación económica en términos de movilización de recursos. No se trata de una u otra sino de la recombinación creativa de ambas dimensiones y sus respectivas variables.

27 febrero, 2015

¿Hacer cultura? ¿Para qué?

Todas las personas hacemos cultura; sólo que algunos haceres son más visibles que otros. Cuestión
de recursos, de capacidades, de prestigios y, por qué no, de poderes diferentes.
La mayoría de las personas hace cultura de un modo inconsciente y en el acto mismo del vivir cotidiano; otras de un modo deliberado, con objetivos precisos. Entre unas y otras todas las graduaciones son posibles para este hacer cotidiano, social e histórico que pretendemos englobar bajo el concepto genérico de hacer cultura.
"Lo cultural" está cada día mas presente en la agenda pública, por lo menos en el plano discursivo. Casi no hay pagina de diario donde, por una u otra razón, no se mente "lo cultural" como origen de los mas diversos fenómenos: desde los accidentes de tránsito hasta el calentamiento global parecen depender de un cierto sustrato humano al que llamamos cultura. Sobre el que se predican las más diversas formas de intervención publica o privada o, mejor aun, ambas a un tiempo.
Las personas hacen cultura a través de pequeños gestos. Decisiones mínimas que, a través de procesos complejos, a veces incognoscibles, devienen cultura.
Cuando alteramos la forma de preparar un alimento o incorporamos un producto nuevo a nuestra vida cotidiana estamos haciendo cultura en el sentido mas amplio del término.
Cuando decidimos ir a ver un espectáculo musical y no otro; o no ver ninguno; estamos haciendo cultura.
Cuando algunas formas sexuales pasaron de ser practicas prostibularias o clandestinas a una opción más dentro del juego amatorio de cualquier pareja estamos haciendo cultura.
Porque la cultura esta hecha de esos pequeños gestos cotidianos que ejecutamos porque sí; porque nos placeen, porque acostumbramos. Son reiteraciones de un antiguo mapa mental que hemos heredado en su mayor parte; que hemos adquirido por la educación o, incluso, por el peso creciente de las industrias culturales.
Quizás, "el principio del placer" de Sigmund Freud o ese "interprete" memorioso y acomodaticio que, según las neurociencias, aloja nuestro cerebro para orientar nuestro vivir cotidiano.
Un repertorio cotidiano provisto por la cultura sobre el que vamos escribiendo cambios y permanencias según las movedizas condiciones de nuestros entornos físicos y simbólicos.
Claro que algunos de esos cambios son simples modas pasajeras sin otra consecuencia que su rápido reemplazo. Pero otros, tal vez los menos, perfilan nuevos modos de ser humanidad.
El gesto - cuya complejidad merece más que este breve texto - es el espacio mas íntimo de ese hacer cultura; el lugar del libre albedrío mismo.
El gesto puede consistir, en un extremo, en hacer existir aquello que podría no existir. Y entonces ya estamos creando un mundo que resulte más habitable. Y aun así no ser conscientes del impacto cultural - integral - que puede tener nuestro gesto.
Todo gesto entraña un sentido que pude ser instrumental como cuando ensayamos un modo nuevo de hacer algo. O simbólico cuando significamos un afecto, un artefacto o una ilusión.
¿Cuándo fue, por ejemplo, que los varones argentinos empezamos a saludarnos con un beso en lugar del tradicional apretón de manos?
Gesto y sentido son inseparables. Y, como tales, embrión de cultura. Pequeñas decisiones cotidianas, voluntarias o no, instrumentales o significadas, que articuladas con comportamientos colectivos adquieren dimensión de cultura.
El gesto, aun cuando fuere casual o involuntario, siempre esta situado entre un cierto horizonte simbólico que define lo que podemos imaginar hacer y un suelo o nicho ecológico concreto que presiona como límite y plataforma.
El gesto entendido como simple voluntad de estar ahí apunta siempre a un vivir digno o significado - con sentido - desde la cotidianeidad del vivir. Reflejo de cultura - estrategia de vida, decía Kusch. El gesto es expresión del mero estar cuando remite a la simple necesidad de vivir. Su aparente pasividad encubre un comportamiento - casi - ritual como el de quien se persigna frente a la imagen de la virgen María entronizada a la entrada al tren subterráneo en, por ejemplo, la estación Constitución de Buenos Aires. Eso corresponde al pueblo que pasa y celebra porque vive.
En estos casos el gesto es un residuo del rito; una suerte de hermano menor que en lo cotidiano memora y reinstala la conciencia mítica reiterando un gesto ritual sin ser el rito en sí.
Otra cosa es entronizar la imagen de la virgen porque ahí ya hay un plan, una política. Un acto deliberado en suma, que se imagina, se proyecta y luego se ejecuta.
Hay ya una cierta vocación de poder o, cuando menos, de establecer algún tipo de vínculo con él.
La cultura aparece entonces con un sentido explícito que busca ser de una determinada manera y no de otra. Que proyecta una valoración del mundo y las formas de habitarlo.
Aunque a veces se enmascare detrás de elementos técnicos o del más refinado concepto de buenas prácticas las políticas culturales siempre instalan un sentido.
Las técnicas son necesarias, aún imprescindibles porque construyen capacidades, pero cuando se proponen como sustituto de una cultura devienen subterfugio. Porque hacer cultura supone, ya lo dijimos, instalar un sentido del vivir en comunidad.
Capaz, parafraseando de nuevo a Kusch, de fagocitar todo lo necesario para hacer cultura, incluso las técnicas, desde el propio sentido.
Un sentido que debemos hacer explícito para que sea honesto y promueva convivencia. Porque cuando se escamotea huele a dominio enmascarado. A poder que se oculta.
Todas las formas de poder – aún las más perversas – han proyectado una cultura. De allí la necesidad de exponer los mapas de la cultura y de aquello que solemos llamar lo cultural y sus construcciones implícitas de sentido.
Abrir el mapa significa preguntarse por los protagonismos y las valoraciones ¿El hacer de quién se privilegia? ¿Por qué un obrar es arte y otro artesanía? ¿Por qué los organismos culturales tienen el diseño que tienen? ¿Cómo se definen los presupuestos culturales?
Para promover mejores convivencias necesitamos explicitar, criticar, revisar, de-construir y reconstruir permanentemente el hacer cultura de cada comunidad. Y los mapas culturales que le dan sustento, justificación histórica. Hacemos según el mapa cultural desde donde actuamos; un guión implícito que gusta de ocultarse, volverse sentido común.
Como se dijo, las personas - y las organizaciones - hacemos cultura de un modo cotidiano y permanente si es que consideramos que cultura es todo lo hecho por la humanidad social e históricamente.
Donde lo social se articula de modos a veces misteriosos con lo individual ¿que hace que la creatividad de una persona, o un grupo de ellas, trascienda el tiempo y el espacio sino la persistencia social en valorarla aunque nunca nos pongamos de acuerdo en cómo ocurre esa valoración?
Históricamente porque cada obrar ocurre en un desesperado aquí y ahora donde formulamos, revisamos y cambiamos nuestras estrategias de vida.
Algunas personas e instituciones desarrollan ese hacer cultura como un hacer especializado y consciente: ejecutan políticas culturales para incidir en el devenir histórico de esas estrategias de vida.
Para concebir, planificar, ejecutar y evaluar esas políticas culturales han necesitado definir un término - cultura - que ha estado sometido a los vaivenes del poder de unas personas y sociedades sobre otras. Un poder que se legitima precisamente en un modo de entender y promover algunas formas de convivencia humana en desmedro de otras.
Desde este lugar es imposible hacer cultura sin sustentarse en un cierto modelo de cultura que, naturalmente, no es neutro en términos de derechos y obligaciones y que, con demasiada frecuencia, significan privilegios para unos y onerosas cargas para otros.
Desde la esclavitud y los varios apartheids que supimos construir hasta las exclusiones varias que aun hoy sufren nuestras sociedades, la condición humana se ha basado en distintos modos de hacer cultura que construyeron entre sí relaciones polifacéticas y complejas. Heterogéneas, cambiantes, complejas y conflictivas; nos recuerda siempre Santillán Güemes.
La experiencia humana construye una apropiación planetaria que - en un sentido amplio - podemos rastrear hasta el principio de los tiempos. Los viajes de Marco Polo o la circunvalación del planeta son puntos de inflexión en ese proceso.
La globalización - entendida en su especificidad económica y financiera - es un momento de ese proceso de más largo aliento. La pequeña y la gran historia en términos de Kusch.
Una globalización que está sostenida por la superposición de las más diversas matrices de poder que abarcan desde la vida religiosa de los pueblos hasta los sistemas de distribución de contenidos de todo tipo: socialización, entretenimiento, arte, educación, etcétera.
Sus resultados – los de la globalización – están a la vista; alcanza con leer las conclusiones del informe NUMA 2013 o, para ser más claros, sus advertencias sobre la crisis ecológica terminal que vive el planeta para entender que el actual orden global no sólo es injusto – que ya sería bastante – sino profundamente riesgoso para el sostén de la vida humana misma. Y sin embargo está sostenido por unos modos de hacer cultura que desplazaron, y siguen desplazando, a otros posibles.
No es este el lugar para un análisis pormenorizado de estas matrices de poder que intentan gobernar el mundo pero sí para decir que el hacer cultura no puede ser indiferente a sus tensiones, conflictos y oportunidades. Y de hecho, cuando así se pretende, resulta sospechoso por lo que calla.
Hay, por lo menos, tres aspectos críticos en cualquiera de los modos de hacer cultura sobre los que debiéramos llamar permanentemente la atención:
- la matriz energética de nuestras sociedades por ser la principal amenaza a nuestro nicho ecológico; su concentración en pocas manos; cómo se vincula con nuestros hábitos de consumo; de transporte; con nuestros modos de vivir, en suma.
- la matriz de distribución del ingreso en tanto representación, por un lado de la dignidad de la vida humana y por otro de la inviabilidad de un consumismo insostenible para la salud del planeta tanto como para la convivencia entre la opulencia de unos y las más absoluta marginación de las mayorías.
- la matriz cultural planetaria que no termina de suprimir todas las tendencias etnocéntricas incubadas durante la modernidad pero que tampoco debiera consagrar un relativismo cultural que, en su nombre, tolere las más flagrantes violaciones a los derechos humanos. La situación de la mujer en algunas sociedades es un claro ejemplo del límite imprescindible a la diversidad cultural.
Las tres – y sólo como extremos – se pueden sintetizar en una cuestión de la cual el hacer cultura no puede extrañarse a riesgo de volverse inhumano: la distribución del poder material y simbólico entre las personas y las naciones.
Por eso el hacer cultura siempre debe entrañar alguna distancia con el poder. Mínima a veces; hasta el más crudo enfrentamiento otras. Cuando esa distancia se pierde corre el riesgo de volverse simple propaganda oficialista sin que importe el color del oficialismo.
Poco importa que el oficialismo lo sea de un gobierno, de una ideología, de una corporación multinacional o de cualquier forma de concentración del poder.
De lo cual se deriva la cuestión paradigmática ¿Para qué hacer cultura? Para ser humanidad; la única especie animal que desarrolló conciencia de sí misma y, por tanto, necesita explicarla, significarla. Y proyectarla en el tiempo y el espacio de la gran historia sin perderse en los intersticios de las pequeñas historias de las elites, de cualquier naturaleza, incluso las llamadas elites culturales.



¿Hacer cultura? ¿Para qué? II

(Viene de nota anterior) Significación cuyas primeros pasos se hunden en la conciencia mítica de la
humanidad. Desde el mito griego de Prometeo que roba el fuego y las artes a los dioses para dárselos a la humanidad sufriendo luego un castigo eterno, hasta la humanidad de maíz del Popol Vuh de los mayas todos los pueblos del mundo han explicado en mitos el origen de la cultura asociándolo al diálogo con los dioses.
La filosofía y la ciencia también han intentado explicar esta necesidad tan humana de construir sentido. Clásicos como la Caverna de Platón o El Porvenir de una Ilusión de Sigmund Freud son algunos de los infinitos ejemplos posibles.
Si hay un tema común en estos – y otros – textos es el de la ascensión. A los dioses, al conocimiento o las formas científicas que la modernidad supuso superiores. Pero siempre se trato de ciertos sacrificios para elevarse, a los dioses, a la razón o a la ciencia. Dialogar con un sentido trascendente.
Sentido trascendente para dar cuenta del ser humanidad en cada encrucijada tiempo espacio; el aquí y ahora presionado por la gran historia.
Un espacio planeta sobre el que transcurre la experiencia humana en un tiempo cuyas coordenadas se mueven más rápidamente por unas tecnologías digitales que ponen la otredad en el centro de nuestros hogares. Realzando paradójicamente la importancia del espacio y el tiempo local en una convivencia francamente caótica.
Esta relación global / local al que algunos autores han llamado glocalización es uno de los principales desafíos del hacer cultura de nuestro tiempo.
Un planeta mundo y nicho ecológico único pero sometido a tantas representaciones simbólicas como porciones de experiencia humana hemos sabido desarrollar. Cuyas condiciones ambientales son cada día un poco más inestables y donde ya no es posible pensar en el aislamiento como salvoconducto: el cambio climático afecta por igual – o casi – a quienes más contaminan que a las culturas que ancestralmente han sacralizado a la madre naturaleza.
Un planeta mundo que además de objeto físico es también, y cada vez más, objeto de diseño: los modos de transitar su geografía; de obtener los recursos para la vida; de cerrar o abrir pasos físicos – el canal de Panamá para citar lo evidente – y simbólicos mediante fronteras ideadas para aislar a los empobrecidos de siempre.
Un mundo diseñado que hemos heredado de la historia pero también un diseño que podemos cambiar si ponemos en crisis nuestros mapas culturales.
Y una sociedad mundo que aún no se libra de las tensiones raciales, religiosas y económicas heredades de la modernidad.
Una era que se caracterizó por la pretensión de uniformar la experiencia humana detrás de los valores de una cultura superior - la occidental - a la cual el resto de las comunidades debían aspirar para salir de la barbarie y el atraso.
En nombre de esa superioridad cultural se cometieron atrocidades de todo tipo: el nazismo y el stalinismo fueron, en algún sentido, la consumación técnica de esos "ideales".
El vaciamiento cultural de los pueblos sometidos fue la regla de la modernidad. Y eso no ocurre sin costos humanos de todo tipo, incluso para el dominador.
Necesitamos construir un nuevo paradigma que haga posible una multiculturalidad global más preocupada por la convivencia que por los flujos financieros. Pero esto no se hace volviendo al medioevo como proponen integrismos varios. Extremismos de distintos y enfrentados colores que sin embargo son socios a la hora de impugnar las nuevas convivencia posibles.
Promover – por caso – la guerra civilizatoria contra el islam es tan reaccionario como destruir las estatuas del Buda, decapitar gente frente a las cámaras, masacrar cristianos, negar derechos básicos a los tibetanos o mutilar mujeres.
La gran pregunta para hacer cultura en el marco de esta crecientemente conflictiva multicultaralidad global es ¿Como procesamos la diferencia?
Anclados en el pasado, como única dimensión de análisis, solo caben el miedo, la violencia "preventiva' y la venganza. Seguir quemando brujas y lapidando Magdalenas.
La única salida es ser capaces de diseñar una globalidad multicultural tan respetuosa de la diferencia como firme en la defensa de un piso mínimo para la convivencia: la declaración universal de los derechos humanos. U otra si esta resultara insuficiente pero alguna capaz de establecer un nuevo diseño para vivir mejor en un mundo mejor.
Pero al mismo tiempo necesitamos reescribir simbólica y materialmente el espacio local; la comunidad próxima, la del vecino de la otra cuadra porque es en esa instancia donde se juegan los aspectos más concretos de la vida: nacer, alimentarse, amar y morir. La digitalización del mundo no puede reemplazar la materialidad de estos actos. Podrá informarla, ampliarla en algunos aspectos, conectarla pero finalmente necesitamos tocarnos, sentirnos, olernos; allí nuestra corporeidad sigue pesando como en los albores de la especie.
No es posible imaginar el desarrollo del espacio tiempo local prescindiendo del espacio tiempo del mundo como no es posible lo inverso. Y ese desarrollo tiene una dimensión cultural de la cual el hacer cultura no puede desentenderse; aunque quiera.
Tiene, el hacer cultura, también un despliegue instrumental: cómo lo hacemos, con qué herramientas, qué conocimientos y habilidades necesitamos poner en juego.
Desde el artista que auto-gestiona su propio obrar hasta el administrador cultural de los grandes presupuestos son muchas las denominaciones que utilizamos para designar a las personas que se ocupan de hacer cultura.
La producción artística y cultural; la promoción sociocultural; la gestión cultural; la administración cultural son especificidades que con demasiada frecuencia son tratadas como meras sinonimias de un mismo hacer y que, sin embargo, son diversas aunque falte delimitar adecuadamente sus competencias.
Una delimitación que va mucho más allá de la precisión académica: son las partes necesarias de una cadena de valor que bien gerenciada tiene una enorme significación.
En primer lugar porque genera el sentido de comunidad, destino compartido, necesario para la convivencia planetaria. Y también porque supone recursos económicos, puestos de trabajo y proyección hacia los mercados globales.
Muchas de las personas que participan del hacer cultura se horrorizan cuando hablamos de gerenciamiento, cuotas de mercado, participación en el producto bruto y otras consideraciones económicas.
Pero lo cierto es que los mercados culturales representan entre un tres y un cinco por ciento de la economía global. Las variaciones en el número tienen que ver con la diversidad de fuentes y metodologías para realizar estas mediciones.
En cualquier caso vale la pena, para encuadrar el debate, recordar que según García Canclini el
complejo audiovisual es el segundo rubro de exportaciones de los Estados Unidos. Que el mercado cultural global beneficia en primer lugar a USA con una participación del 55%; a Europa con un 25%; a Japón y Asia con un 15%. Y que América Latina obtiene sólo un 5% de ese mercado.
Por eso cuando hablamos de hacer cultura debemos incluir esta dimensión económica no porque reduzcamos la cultura al mero mercadeo sino para obtener, también nosotros, los beneficios de nuestro trabajo. Y para que el diseño de ese mundo multicultural del que hablábamos párrafos atrás no se haga sin nuestras voces y sensibilidades.
En términos instrumentales necesitamos entrenar nuestro hacer cultura en todos los planos y niveles; un proceso que en nuestra región comenzó hace apenas algunas décadas y de el que ya es tiempo de hacer análisis, obtener conclusiones y afinar nuestro desempeño. Sobre todo con miras a lograr la profesionalización de quienes se gradúan en nuestros institutos técnicos y universidades.
Capital humano muchas veces desaprovechado por la persistencia de una visión de muy corto alcance del hacer cultura que reduce las instituciones culturales a meros adornos del poder político, social y económico.
Por último el hacer cultura tiene un diálogo académico que seguir construyendo con las ciencias que pueden dar sustento a sus capacidades: las ciencias del poder – derecho, economía, ciencias políticas – las ciencias sociales en general con un acento mayor en la antropología y la historia y con la estética en tanto meta discurso sobre los lenguajes artísticos.
Un diálogo destinado – si cupiera, el debate no es menor – a construir su propia especificidad científica.
El hacer cultura es hoy una práctica de innumerables rostros, necesitada de delimitaciones más precisas en sus especificidades; en pleno proceso de profesionalización y que está debatiendo sus necesidades y potencialidades académicas. También una actividad económica crecientemente significativa. Pero sustancialmente es una actividad que construye sentido para vivir en plenitud; para ser humanidad. Sin la dimensión del sentido de la vida, el hacer cultura queda reducido a una mera técnica.

30 julio, 2014

Plataformas digitales y culturas sustentables

Bajo el titulo "La industria cultural en la era digital" el diario Clarín de Buenos Aires publica, en su
suplemento económico, un articulo cuya bajada sostiene:

La industria cultural pre-Internet, poblada principalmente por conglomerados explotadores, estaba lejos de ser perfecta, pero al menos el régimen antiguo tenía alguna necesidad de cultivar las instituciones culturales, y de pagar por el talento en todos los niveles. Después vino la Web, que barrió con las jerarquías - y con los cheques, dejándoles a los creadores de toda clase sólo la posibilidad de convertirse fugazmente en “famosos en Internet”

Sobre este concepto - plataformas digitales - hemos escrito en este blog varios artículos que, entiendo, mantienen en general su vigencia:

Plataformas digitales y libertad creadora

¿Por qué plataformas digitales de acción cultural?

El espejo de Egipto: el lugar de Google

Esencialmente creemos que Internet ha permitido la emergencia de un nuevo tipo de medio cuyo objeto no es la producción de contenidos sino poner a disposición del público una plataforma de expresión pública basadas en vender la atención que, con tal empuje, logran captar.
Para el usuario es un micro medio - un blog como este, por caso - destinado a públicos muy específicos y segmentados.
Para las empresas - Google, Facebook, Linkedin, etcétera - la oportunidad de desarrollar mercados de la llamada economía de la atención que explotan no solo la publicidad sino una idea todavía mas refinada: el marketing digital.
Esto es posible en virtud de la rápida ampliación de públicos por un lado y la permanente reducción de costos - tanto en soft como en hard - por el otro.
El artículo que comentamos pone en discusión la validez de este modelo en términos de sustentabilidad cultural:  "Las masas creativas se conectan, crean y trabajan, mientras que Google, Facebook y Amazon cobran el dinero".
Subyace la idea de que las grandes firmas de Internet disfrutan de los beneficios económicos de un talento creativo que no pagan.
Curiosamente es el mismo argumento con que algunas telefónicas e incluso algunos cable-operadores se quejan de que son ellos quienes hacen las inversiones en infraestructura de red que hace posible el negocio de los gigantes de Internet.
Es que el valor de la red esta formado por la infraestructura de red, las plataformas y aplicativos que hacen de la red un medio atractivo y el talento de los usuarios para desarrollar nuevos hábitos. Es un negocio de tres patas y no de dos ni de una.
En este sentido el artículo acierta: son los usuarios la única pata no remunerada del negocio salvo por el hecho incontrastable de que disfrutan de servicios, contenidos e información impensables en la era analógica.
Y aquí conviene hacer una distinción previa entre tres conceptos que estando emparentados no son lo mismo: cultura, arte y entretenimiento.
La cultura es - debates sobre su definición aparte - la argamasa básica que permite la existencia de lo humano mismo. Toda sociedad humana tiene cultura en el sentido más amplio del termino y aun más: la cultura esta en la base misma de su convivencia y sustentabilidad.
Y cuando se producen desajustes tales que ponen en riesgo la continuidad y sentido de esa sociedad la cultura cambia precisamente en términos de garantizar la sustentabilidad de la misma.
Pasa de la recolección y la caza a la agricultura, inventa nuevas formas de energía y avanza a la producción industrial o amplia a tal extremo sus conocimientos y técnicas que desata una era donde el principal valor económico migra hacia economías de la inteligencia y la información.
Es decir: toda cultura es sustentable en si y cuando deja de ser así, cambia (lo mas frecuente) o desaparece.
El arte es el procesamiento y la expresión estética de esas experiencias, sus logros y sus contradicciones. Y, vale la pena aclararlo, también el arte se ve modificado por la tecnología: baste recordar el impacto que la fotografía significo para las artes plásticas o la propia Internet para la música.
El entretenimiento; y el espectáculo, su pariente bullanguero; son simples modos de pasar el tiempo que cuando se pretenden arte caen en el mas ramplón mal gusto; en la fórmula de Umberto Eco.
El arte y sus instituciones típicas - museos, galerías, bibliotecas y todo tipo de espacios patrimoniales - esta ensayando las mas diversas vías de explotar Internet incluso para fondearse. Ideame, y otras plataformas de fondeo masivo, son claro ejemplo de ellas.
¿Y que pasa con el entretenimiento? Desde la emergencia de la sociedad industrial está sujeto a las leyes del mercado y no vamos a repetir a esta altura los debates que al respecto ha propuesto la escuela de Frankfurt.
El entretenimiento es entonces un ecosistema muy diferente al de la cultura y el arte; depende de complejas operaciones de marketing, control de acceso a los canales de distribución, explotación del trabajo de los creadores, concentración de públicos y las mas diversas infamias que queramos achacarle a los mercados. Pero no desde Internet sino desde su comercialización como una mercancía mas.
Ya no estamos hablando del juglar del medioevo ni de los payadores de nuestra América sino de un "star system" manipulado por grandes capitales, aprovechado para vender desde jabones hasta autos a un publico que, la mas de las veces, entiende muy bien la diferencia entre espectáculo televisivo - por nombrar su medio emblemático - y arte.
La industria cultural se alimenta, alimenta y expresa tanto a la cultura, como al arte y al entretenimiento. Y para ello construyo un sistema de financiamiento que va desde el aporte del público, la publicidad y los dineros públicos. O acaso podría nuestro cine - el mas artístico así como las otras cinematografías - competir con Hollywood sin el aporte de créditos blandos, subsidios y cuotas de pantalla provistos por nuestros estados.
El verdadero desafío de nuestras industrias culturales - también en la era digital- es disputar la atención de públicos sometidos a las presiones de los grandes jugadores de la industria del entretenimiento.
El tango argentino es un buen ejemplo de esto ya que siendo una expresión cultural autentica es también arte y, por supuesto, entretenimiento que a punto estuvo de ser borrado por la industria global del entretenimiento en los años sesenta y setenta del siglo veinte. Y sin embargo logro sobreponerse.
En ese renacer tanguero influyeron en primer lugar los propios creativos del genero: músicos, interpretes, bailarines, difusores, etcétera. Pero también algún sector de la industria del entretenimiento que vio en el arte tanguero una oportunidad. Y, por ultimo, el Estado que tibiamente comenzó a impulsarlo.
La pregunta entonces no es por la sustentabilidad cultural que, ya lo dijimos, existe per se sino por la sustentabilidad del arte y el entretenimiento en general y especialmente en las plataformas digitales.
La respuesta esta en la convergencia del público que ha de seguir siendo el juez de ultima instancia tanto del arte tanto como del entretenimiento, de la industria cultural que habrá de seguir explorando las oportunidades - y amenazas - que las nuevas tecnologías le proponen y de nuestros estados que deberán seguir aportando fondos públicos para el desarrollo de nuestros mercados de arte y entretenimiento.
Cierto es que los aportes estatales debieran tender a optimizar su impacto frente a mercados cada día mas concentrados y hacerlo en, por lo menos, dos dimensiones:
1) formar productores y gestores culturales capaces de ampliar la participación de nuestros creadores en los mercados globales y
2) trabajar fuertemente en la formación de públicos un poco mas exigentes cada día
Ambos aspectos serán claves para evitar que los mercados concentrados de entretenimiento monopolicen la producción, circulación y consumo de valor simbólico dejando a nuestros artistas - en sentido amplio - sin trabajo.
Y sobre todo para evitar que uniformicen la experiencia humana trasegando espectáculos ilusorios sin hondura cultural alguna. Pero esto tiene que ver con las plataformas digitales pero también, y sobretodo, con la mercantilización de la experiencia humana y esa es otra discusión.
Una a la que ya nos hemos referido a propósito, entre otros hechos, de la llamada primavera árabe y el lugar de los medios globales, digitales o no.

Conflictos intra locales e inter globales siempre los hubo, baste recordar las guerras - extremo conflictivo - de los últimos cien años.
Pero habrá que sumar a estos - hasta hoy menos dramáticos que los de la modernidad - los conflictos propios de todas las convergencias posibles.
Hay bloque geográficos (América, Europa, Asia, etc.) comerciales (Asean, Mercosur, Nafta) lingüísticos (Hispanoamérica) culturales (Iberoamérica) e incluso alianzas de seguridad específicas frente a fenómenos delictivos globales como el lavado de dinero, la trata de personas o el narcotráfico.
Se trata de las mas diversas yuxtaposiciones de los diferentes modelos - y necesidades - de convergencia.
Las culturas nacionales y sus organizaciones (gubernamentales, públicas y privadas) tienen para la construcción de sus márgenes de autonomía un recurso privilegiado: promover el acceso de sus poblaciones a los sistemas globales de significación tanto en términos de consumo pero sobretodo de producción cultural.
Combinando los aspectos duros de la ecuación (costos de transacción, aranceles aduaneros, tasas de interés, etcétera) con componentes simbólicos de largo plazo. Esto supone políticas culturales más públicas que gubernamentales descartando todo intento de partidización.
Lo contrario supone correr el riesgo de quedar entrampados en la imagen que el espejo egipcio le devolvió al régimen de Mubarak: el masivo rechazo de las clases medias urbanas globalizadas a todo intento por salvar su continuidad; incluso los formulados por el presidente de los Estados Unidos.

Porque, en definitiva, la sustentabilidad cultural habla más de los pueblos y sus símbolos que de los ecosistemas artísticos. Y en ese terreno las plataformas digitales son una herramienta demasiado poderosa como para analizarlas sólo desde los mercados de arte y entretenimiento.

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27 mayo, 2013

El valor de las instalaciones culturales


Las instalaciones culturales son tales porque involucran un valor simbólico que excede su mera
materialidad. Son más que ladrillos, hierros y maderas o colecciones.
Tienen también un valor por el impacto que generan en sus comunidades tanto en términos de identidad y pertenencia cuanto en aporte económico concreto. Esto último, lo habíamos visto ya en una nota anterior, depende en buena medida de que se genere un determinado modelo de negocio alrededor del valor simbólico y de su utilidad física.
Pero además tienen un costo asociado al mantenimiento de la instalación, a los empleados que las hacen funcionar, etcétera.
Son una ecuación económica entre los recursos que generan y los aportes y gastos que requieren.
Sobre esto charlamos en nuestro programa de radio con Antonio López Crespo y Ricardo Santillán Güemes a propósito del impacto de los recurrentes recortes presupuestarios que suelen sufrir los organismos de cultura.
Ricardo aportó los conceptos de atelia (sin dirección) e hipertelia (una dirección demasiado rígida) así como una idea sobre la que ha trabajado mucho tiempo: el juego de luces y sombras que se da en torno a los fenómenos culturales. Cómo ocurre que frecuentemente los presupuestos obvian invertir en aquellos aspectos que siendo imprescindibles para el desarrollo de políticas culturales no tienen suficiente luminosidad.
Es que las políticas culturales también suelen ser víctimas de modas pasajeras. De pronto se instala una buena idea, por ejemplo la de marcas culturalesglobales que luego, crisis mediante, resultan excesivamente “pesadas” para presupuesto achicados.
Podes escuchar el audio en el siguiente enlace:


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12 abril, 2013

Clínica de Proyectos Socioculturales



Hasta el 30 de abril está abierta la inscripción para participar con tu proyecto de la clínica que está organizando el Consejo Federal de Inversiones de Argentina. Nuestra amiga y compañera de este blog participará de la misma como instructora.

PROGRAMA DE CULTURA – CFI
Clínica de Proyectos Socioculturales.
 
El programa de Cultura del CFI desde su área de Formación Cultural, desarrollará durante el año 2013 unaClínica de Proyectos Socioculturales.
 
I - ¿Por qué una Clínica de Proyectos?:
Una de las debilidades en un proyecto sociocultural, es el trabajo de estructuración del proyecto: atravesar el proceso de desarrollo implica la elaboración y armado de una carpeta que contiene todos los elementos imprescindibles a considerar en un proyecto. Es en esta fase donde se sientan las bases de la propuesta y su factibilidad, se definen puntos claves que hacen posible un avance claro y coherente.
Una buena carpeta del proyecto permite presentarlo en la propia u otras instituciones con el fin de incluirlo en el presupuesto institucional o conseguir financiamiento externo para su producción.
Para lograr este cometido se llevarán a cabo sesiones con profesionales que conocen cada una de las dimensiones del campo cultural. Estas sesiones permitirán que los agentes culturales interesados:
1.      profundicen, enriquezcan y completen los proyectos.
2.      incorporen la reflexión continua respecto a la modalidad de rol que cada uno asume en la práctica concreta.
3.      se fortalezcan y se preparen para la realización de su obra
4.      potencien el trabajo en equipo y generen fortalezas para el desarrollo de futuras producciones.
 
II - La Clínica de proyectos consiste en:
Tomar un proyecto en etapa de planificación y/o implementación y mediante asesorías puntuales con profesionales en las diferentes áreas creativas y de producción, diagnosticar y sugerir un plan de trabajo para reforzar o redireccionar los planteamientos iniciales del proyecto para que aumente la viabilidad de su realización y la calidad de la propuesta sociocultural en general.
El fin es brindar un servicio gratuito para los participantes que garantice que los proyectos presentados estén en condiciones teóricas, conceptuales, metodológicas y de estructura tanto para la intervención en terreno como para la solicitud de apoyos económicos.
 
III – Los proyectos que formen parte de la Clínica tendrán relación con:
Las identidades, el patrimonio, el territorio, la memoria y la inclusión social desde la perspectiva cultural. En consecuencia, no se considerarán para esta convocatoria los proyectos puramente productivos o sociales.
 
IV - La Clínica de Proyectos está dirigida a agentes culturales:
a) de grupos e instituciones independientes: centro culturales, cooperativas de producción artesanal o artística, asociaciones civiles, fundaciones, mutuales, colectivos preexistentes o que se formen a este efecto, etc.
b) del ámbito gubernamental: las áreas de cultura de las provincias y municipios podrán someter a análisis proyectos propios o recibidos de particulares. Esto permitirá fortalecer las propias propuestas estatales como el trabajo conjunto.
 
* No se considerarán proyectos de un solo individuo
 
V – Convocatoria:
Todos los proyectos deberán enviarse hasta el 30 de abril de 2013 inclusive al correo electrónico:clinicadeproyectoscfi@yahoo.com.ar. La clínica comenzará a partir del 20 de marzo de 2013 y se extenderá hasta el 30 de noviembre del corriente.
Cada proyecto deberá incluir una Resumen del mismo de hasta 200 palabras.
Una vez recibido el proyecto, el CFI responderá en el término de cinco días hábiles si lo acepta o no. La decisión de no admitirlo será inapelable. En caso de aceptarlo se le brindará un código alfanumérico que consta de sigla de la provincia correspondiente y número de orden: por ejemplo, TdF01. (Tierra del Fuego 01)
 
VI – MODALIDAD de trabajo:
El equipo encargado de llevar a cabo la Clínica estará conformado por el Mg. Germán Bianco Dubini y la Lic. Isabel Nader.
De acuerdo a temáticas específicas desarrolladas en los proyectos el equipo realizará consultas puntuales a especialistas calificados en las distintas áreas a fin de llevar a cabo un mejor análisis y devolución de las propuestas.
El equipo realizará el seguimiento y devoluciones de los proyectos a través de diferentes modalidades de acuerdo a las necesidades y particularidades de cada propuesta. Este ida y vuelta continuará hasta que el proyecto se considere bien redactado, con claridad expositiva y desarrollo coherente de todos los ítems. Las formas propuestas son:
1)           mediante el correo electrónico ya citado: Por esta vía se le harán llegar de ser necesarios algún material didáctico específico y la bibliografía general. En base a ellos deberán mejorar el proyecto admitido y volver a presentarlo, lo que nos permitirá expedirnos sobre un texto mejor organizado
2)           por medios digitales pertinentes: Videoconferencias desde los centros CFI de cada provincia a nuestra sede central, o vía sistemas como el Chat o Skype para los responsables de los proyectos que viven alejados de las ciudades capitales provinciales.
 
La calificación final será: a) Aprobado; b) Aprobado con Recomendación (esta distinción tiene por objetivo incentivar a los organismos públicos e instituciones privadas a apoyarlos con financiamiento).
 
Para cualquier consulta dirigirse al correo ya mencionado: clinicadeproyectoscfi@yahoo.com.ar

15 diciembre, 2010

Economía y cultura en la Argentina: haciendo cuentas

“Hacer la cuenta” y “Valor y Símbolo” son dos nuevas publicaciones del Sistema de Información Cultural de la Argentina que vale la pena leer detenidamente si se quiere profundizar la relación entre economía y cultura en nuestro país.
“Hacer la cuenta” sistematiza la información recopilada por el SinCA sobre gasto cultural de las provincias argentinas y del estado nacional así como las diferentes institucionalidades que asume en esas jurisdicciones el sector cultura.

Se destaca el crecimiento del producto bruto cultural que pasó del 2,3 % en el 2004 al 3,5% en 2009. Analiza también el gasto cultural por habitante en el total del país arrojando un valor de casi 26 pesos – unos 5 euros.

El análisis provincia por provincia muestra un altísimo nivel de dispersión entre los extremos: 119 pesos (poco más de 22 euros) por habitante en la Provincia de San Luis – la que más gasta – y apenas un 1 peso para Formosa, la de menor presupuesto.

Hace un pormenorizado análisis del gasto provincial y su relación con el desarrollo económico. Dice:

“La asociación es directa: frente a un mejor desempeño socioeconómico, se observa un mayor gasto destinado a cultura (medido en porcentaje sobre el total y como gasto por habitante); ante un desempeño socioeconómico más pobre, menor será el gasto destinado a cultura”.
En “Valor y Símbolo” se repasa tanto la historia de las industrias culturales en la Argentina como su desempeño actual abarcando diarios y revistas; libros; discos; películas; radio; televisión.

En las industrias culturales también se pueden observar profundas asimetrías: la ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, tiene apenas el 7,7% de la población pero concentra el 67,3% de los títulos editados. Y si se compara la cantidad de ejemplares publicados la participación llega al 84,2%.

La verdad es que estas asimetrías de la estructura cultural argentina son bastante conocidas. Por caso, ya nos habíamos ocupado de ellas en dos artículos: La cultura partida y Federalismo y cultura.

Lo extraordinariamente valioso es la recopilación de datos e indicadores que realizó el SinCa brindándonos una base de datos para debatir el tema con mayor pertinencia. Párrafo aparte merece la excelente atención de este organismo público: para recibir los ejemplares impresos solo tuvimos que pedirlos por correo electrónico y luego pasar a buscarlos. Y además los están poniendo en línea para que cualquiera pueda bajarlos de su sitio.

Espero que nuestro lectores – por lo menos los de Argentina – consulten y trabajen sobre estos datos; tal vez así podamos empezar a diseñar un plan nacional de cultura que permita desandar nuestros profundos desequilibrios.

06 agosto, 2010

El cine comunitario e indígena se encuentra en Paraguay


El diario La nación de Paraguay informa en una nota titulada “Debatirán integración cultural a través del cine comunitario e indígena”.
“Con invitados de Argentina, Brasil, Uruguay, Bolivia, Perú, Chile, Colombia, México, Canadá y Paraguay, entre el 11 y el 13 de agosto próximo se realizará en San Bernardino, el Encuentro del Lago Ypacaraí, una propuesta de integración cultural a través del cine comunitario e indígena. El evento está organizado por la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura (UNESCO), en colaboración con la Coalición Paraguaya para la Diversidad Cultural, y cuenta con el apoyo de la Secretaría Nacional de Cultura (SNC), con un amplio programa que incluye actividades culturales y proyecciones audiovisuales, con pantallas inflables en las plazas de San Bernardino y de Altos.”
(…)
“Este espacio inédito busca fortalecer el debate público sobre los retos y nuevas estrategias en la difusión y distribución a nivel local, regional e internacional de las obras de temática indígena y comunitaria; recopilar experiencias en la producción y distribución de cine indígena y comunitario; y favorecer políticas nacionales, en especial aquellas relativas a leyes de cine y audiovisual, que den apoyo suficiente a la producción comunitaria e indígena en los países de la región, con énfasis en la realizada por mujeres.”
Industrias culturales, diversidad cultural, perspectiva de género y nuevas oportunidades tecnológicas son los ejes de este encuentro que es, desde el vamos, una buena noticia.
El progresivo crecimiento de la presencia de la Secretaría de Cultura de Paraguay en el debate de las políticas culturales regionales es la otra buena noticia.
Paraguay tiene una enorme riqueza cultural que en muchas de nuestras capitales no se conoce en profundidad, de allí que este encuentro sea una gran oportunidad para que el resto de los americanos empecemos a tomar nota de ella.
Ticio Escobar, su actual Ministro de Cultura, ha difundido esa riqueza desde sus textos  – que muchos tenemos como de cabecera – y ahora desde la función pública. Una coherencia que seguramente potenciará las políticas culturales del hermano país.
Una atenta lectura de los participantes permite observar como organismos internacionales, nuestros estados, la sociedad civil y los profesionales del arte cinematográfico intentan articular estrategias comunes frente a mercados globales cada día más competitivos. Párrafo aparte merece la poca – si acaso alguna – difusión que este evento ha tenido en los grandes medios de la Argentina.

Notas Relacionadas:
La UNESCO y la diversidad cultural

Nuevo Plan de Cultura en Paraguay

14 marzo, 2010

El Estado como productor cultural

Un artículo publicado el blog Kaniwa de la Dirección General de Bibliotecas de la Universidad Veracruzana pone en discusión el lugar del Estado y su administración cultural frente al mercado del libro. Con el título Paradojas del Gasto Educativo y Cultural en México comienza reproduciendo algunas ideas del ensayista Rafael Pérez Gay:

En otras páginas he expresado mis dudas acerca del tamaño del editor estatal mexicano. Vuelvo a hacerlo aquí: ¿Tiene sentido sostener un Estado-editor de las dimensiones del que tenemos? No. ¿Tiene sentido editar cientos de miles de libros al año con una red no mayor de siete mil bibliotecas y un sistema de distribución que no excede los trescientos puntos de venta como los que regentea el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes? No. Es como comprarse veinticinco llantas de refacción para un solo coche, nada más por si se ofrece.
“Desde luego, no creo que el Estado deba abandonar la edición de libros, pero considero un error que se proponga como múltiple casa editora con los dineros públicos. El fracaso ha sido rotundo: el consumo no aumenta, la distribución es inexistente; en consecuencia, los lectores brillan por su ausencia y la industria editorial vive en un estado de desnutrición grave
.”

El autor no promueve la desaparición del Estado – en este caso mexicano aunque el sayo puede caerle a otros estados – del mercado editorial sino que llama la atención sobre la necesidad de articular esa actividad de un modo que podríamos llamar más industrial:

… hemos llegado al bochornoso escenario en el cual se diseña un plan editorial que quizás elogiarían en España, pero con un consumo como el de Nicaragua y un sistema de distribución y comercialización adecuado para un país como Barbados.” Y agrega: “Si se revisan el cine, el teatro o la música, aparecerá la misma fuerza paradójica: gastar el dinero en la misma casa de gobierno e instalar grandes aparatos sin público. ¿Quiere decir todo esto que el Estado no debe invertir en libros? No: quiere decir que debe gastar en bibliotecas (no en el delirio de una megabiblioteca) y en las editoriales privadas serias que sean capaces de surtir títulos que valgan la pena para enriquecer esos acervos”.

Sin pretender opinar sobre el fondo de la cuestión – asunto reservado a la ciudadanía de México – debemos decir que frecuentemente las políticas culturales van de extremo en extremo: a veces produciendo obras que a nadie llegan, otras contratando artistas con altísimas convocatorias de público que garantizan fama y aplausos a los decisores políticos.
El Estado puede – y debe – ser un productor cultural porque la reproducción de nuestras culturas no puede quedar subordinada al mercado. Pero debe hacerlo con la misma inteligencia de los mercados: construyendo cadenas de valor que garanticen la producción, la distribución y el consumo de bienes y servicios culturales.

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¿Es gratis la cultura?

15 enero, 2010

Prioridades culturales argentinas para el 2010

Una nota del diario La Nación refleja las prioridades culturales argentinas para 2010 según las opiniones de distintos profesionales de la cultura:

"La prioridad es la institucionalidad. Hay índices que permiten hablar de un muy alto grado de creatividad de los artistas en todas las áreas que no se corresponden con la estructura institucional que merecerían. Esto hace que mucho de ese talento se desperdicie y se empobrezca la oferta cultural a la ciudadanía" (Américo Castilla, director de la Fundación Typa y ex director nacional de Patrimonio y Museos)

"Lo que más está haciendo falta es la construcción de redes, porque la cultura está segmentada. Faltaría un soporte más estructural, programas con más continuidad". Diana Saiegh, directora del Museo de Arte de Tigre y directora ejecutiva de la Fundación Deloitte.

"Desde las políticas culturales vinculadas al arte lo que no puede esperar más es la necesidad de articular un programa interinstitucional". "No puede basarse todo en el voluntarismo y en el esfuerzo personal de la gente". Andrea Giunta, doctora en filosofía e investigadora en artes visuales.

"mejorar al máximo la distribución de toda la producción cultural del país, ya sea pública o privada, porque el problema no es que falte producción, sino que no se distribuye adecuadamente". Daniel Divinsky, responsable de Ediciones de la Flor.

"La prioridad impostergable para el país es entender qué pasa afuera, ser vistos desde el exterior y dejar de mirarse el ombligo. Este año la literatura argentina tiene la oportunidad única de recibir todas las miradas en la Feria de Fráncfort y recuperar el espacio que tuvo" Elsa Osorio, escritora.

El Secretario de Cultura de la Nación, Jorge Coscia, mencionó la ley que creará el Instituto Nacional del Libro y Hernán Lombardi, Ministro de Cultura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se refirió a “afianzar la cultura como herramienta de creación y fortalecimiento de ciudadanía”.

El sector cultural argentino tiene unas vitalidades enormes pero también enormes tareas pendientes entre las cuales están, sin duda, estas que los especialistas consultados mencionan. Sorprende, eso sí, que el congreso de cultura que se realizará este año 2010 no haya figurado en ninguna declaración; quizás esto tenga que ver con la escasa trascendencia institucional que han tenido los anteriores llamados.
Pero hay tres cuestiones que nos parecen prioritarias: un federalismo cultural que se refleje en los presupuestos, una nueva institucionalidad que contenga más estado y menos gobierno y una mayor vocación descentralizadora de parte de los gobiernos nacional, provinciales e incluso los municipales. En definitiva se trata, nos parece, de redistribuir el poder abandonando las formas unificadoras de los proyectos estatales de la modernidad que aún perviven en nuestras administraciones culturales.

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