
que se realiza por estos días en la ciudad de Benito Juarez - Buenos Aires - Argentina estamos presentando una ponencia sobre políticas culturales en el medio rural.
El
medio rural es hoy – al igual que el mundo en sí –
sustancialmente distinto del que era solo una generación atrás; sin
abundar en cifras debemos decir que vivimos un acelerado proceso de
urbanización de la experiencia humana que, si no se detiene, vaciara
nuestros espacios rurales en pocos años.
Digamos,
como dato ilustrativo, que según datos del Banco Mundial la población rural de la Argentina alcanza solo a un 8% del total.
Es decir que, más allá de los muchos y muy interesantes debates
teóricos sobre qué es la ruralidad hoy, podemos pensar que
evolucionará hacia las pequeñas ciudades y los espacios rurbanos
de transición.
Debemos
decir también que la ruralidad es, en general y particularmente en
Argentina, un fenómeno profunda y constitutivamente heterogéneo
Deberíamos,
en este sentido, hablar de una expresión espacial del poder que
instrumenta al territorio - en este caso el rural - como parte de
redes productivas globales que lo subordinan cada vez más al poder
de la ciudad.
Relaciones
de poder que devienen cultura, es decir estrategias de vida
superpuestas y contrapuestas según el lugar más instrumental o más
trascendente que el suelo ocupe en esas sub culturas específicas.
Si
el suelo es ese lugar que desmontamos primero y envenenamos después
con agroquímicos para sembrar transgénicos sin ninguna prevención
ambiental o la tierra sin mal a la que habremos de santificar para
construir nuestro domicilio existencial.
Pensemos,
a modo de extremos, en la ruralidad de las comunidades aborígenes
pauperizadas del norte argentino y las comunidades rurales de nuestra
pampa húmeda que también ha sido llamada pampa gringa.
Indios
y gringos son, ambas, categorías culturales pero cargadas de
profundas diferencias sociales.
Destacar
esta diferencia entre categorías culturales y categorías socio
económicas no es caprichoso: supone atreverse a pensar la relación
entre particularismos culturales y poder social.
La
marginación, material y simbólica de unas culturas en beneficio de
otras. Y las posibilidades y frustraciones que las políticas
culturales enfrentan a la hora de aportar a la construcción de
mejores convivencias en los territorios.
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