24 agosto, 2009

La profesionalización de la Gestión Cultural

Las interacciones en la profesionalización en gestión cultural” es el título de un artículo firmado por Alfons Martinell Sempere que publicó la revista Pensamiento Iberoamericano N° 4.
Se repasa allí la evolución de las políticas culturales en el espacio iberoamericano con especial acento en la incidencia de la cooperación cultural en el proceso de profesionalización de este campo de acción.
Una reflexión muy informada – dado el protagonismo del autor dentro de este proceso – que vale la pena leer completa. Particularmente interesante nos resultó la precisión que hace sobre el concepto mismo de gestión cultural:

En este proceso destaca la emergencia de la denominación de “Gestión Cultural” como síntesis de un proceso propio, tanto en América Latina como en la península, influenciado por las denominaciones más anglosajonas o de la propia UNESCO de “administradores culturales”, pero como una nueva misión profesional más pro activa, y política, fruto de un análisis de la realidad cultural contemporánea. Las nuevas políticas no necesitaban de administradores clásicos que actúan dentro del sistema formal y burocrático, sino de líderes para emprender una nueva institucionalidad orientada mucho más hacia el proyecto y a la búsqueda de nuevos fines. El concepto gestor cultural se va incorporando en esta nueva función social sin ignorar otras denominaciones que se utilizan en diferentes países, como promotor cultural, animador
cultural, dinamizador cultural o animador socio-cultural, etc., sino como un esfuerzo para buscar una convención para unos perfiles más profesionales de la intervención en el sector cultural.
(…)
Pero quizás lo más peligroso de estos procesos es la falta de estudios sobre las competencias básicas de los perfiles de la gestión cultural, donde se ha reflexionado muy poco.


Esta diferenciación entre el concepto de administrador o gestor cultural tiene, como sostiene el autor, un componente casi idiomático con el mundo anglosajón pero no solamente.
En el caso de la Argentina la práctica de la gestión cultural – en tanto operación de sentido – tiene una larga tradición histórica que bien puede remontarse a las comunidades originarias.
También pueden citarse las acciones desplegadas por comunidades inmigrantes desde mediados del siglo diecinueve o de los grupos anarquistas primero y socialistas luego que llegan, en algunos casos, hasta nuestros días.
Se trata de una larga historia – sin olvidar los períodos de las luchas independentistas y las guerras civiles que les siguieron – que todavía está por escribirse.
Nos parece que lo distintivo ha sido que en nuestra América, cultura es – como decía Kusch – estrategia de vida. Y entonces la gestión cultural ha ido tomando la forma de la gestación, promoción y proyección de estrategias de vida. Incluida, aunque no solamente, la producción simbólica que da cuenta de ella.
De allí la importancia que ha tomado en algunos autores – Adolfo Colombres o Ticio Escobar por citar algunos – la preocupación por la recuperación de las identidades culturales preexistentes a la colonización europea de esta parte del mundo.
Cierto es también que entre nosotros abundan más las titulaciones que los estudios en profundidad de las experticias necesarias para esos desafíos. Y que abundan iniciativas culturales de todo tipo gestionadas artesanalmente por colectivos de lo más diversos. Una riqueza cultural que no debiera ser desechada en nombre de la profesionalización.
En suma podríamos decir que la profesión está cruzada hoy por prácticas y conceptualizaciones que la enriquecen.
Más allá de que va siendo el tiempo de normalizar el lenguaje que utilizamos para poder precisar las experticias que estamos necesitando formar.

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