Un artículo firmado por Daniel Mera Villamizar con el título “Negros, modernidad y diversidad” pone en discusión el lugar de “los negros” en la cultura colombiana. Su lectura nos parece imprescindible para quienes nos dedicamos a la gestión cultural ya que pone en discusión temas tales como modernidad y diversidad cultural, resistencia y cambio, etnicidad e identidad en tiempos en que frecuentemente se acumulan significados como si todo fuera lo mismo.
Sus postulados refieren a la identidad negra – o afrodescendiente – en Colombia pero pueden, a nuestro juicio, trasplantarse al resto del territorio americano y, casi, a cualquiera de las culturas que fueron subsumidas en este tremendo experimento humano que es la construcción de las muchas Américas que conviven en nuestra geografía.
Empieza el autor estableciendo una cierta prelación entre modernidad y diversidad:
“Vivamos la diversidad sin descuidar la modernidad. Primero, la construcción de la modernidad (de todos); segundo, cultivar la diversidad (de la región o el grupo).”
Dice, sobre la modernidad: “…es pasar de una “vida solitaria, pobre, primitiva, brutal y breve” (añadiría, “y servil”), a una vida autónoma, provista (no que todos tengamos lo mismo), cultivada, larga y libre (para todos).”
Y, sobre la diversidad: “Es la manifestación de la diferencia. Y aquí importa mucho distinguir entre “diferencia cultural expresiva” y “diferencia cultural radical””
Concibe la diferencia radical cómo búsqueda de autonomía – incluso y eventualmente – desde el punto de vista territorial. Y la expresiva como una singularidad estética. Una distinción que alguna vez convendría profundizar.
Agrega sobre la diversidad una mirada que – aunque el autor no lo exprese – interpela a ciertas etnicidades extraviadas que suelen terminar en autoritarismos variopintos:
“La diversidad cultural producto de la diferencia expresiva, hace parte de la modernidad, la enriquece, y muy difícilmente es contraria a ésta, a menos que se la magnifique para utilizarla políticamente al servicio de visiones que desprecian el proyecto de nación y las ideas que lo sustentan.”
Plantea, para Colombia, un reclamo que estimamos legítimo para toda la América pero que desde ya es absolutamente pertinente para la Argentina:
“Es un error bienintencionado valorar lo negro o afro solamente en relación con la diversidad cultural, pues hemos hecho un doble aporte a la nación colombiana: tanto al proyecto de la modernidad como a la diversidad cultural. El error nace de creer que la legitimidad de los negros en la nación es principalmente cultural, pues la “nación es pluriétnica y multicultural”. (…)Así que en vísperas del Bicentenario, tenemos la enorme tarea de rescatar y valorar el aporte negro a la modernidad colombiana. Esto permitirá argumentar que la primera legitimidad de los negros en nuestra nación es política.”
Los negros fueron las primeras líneas de infantería en los ejércitos patrios que, formados en la Argentina, lucharon contra el colonialismo hasta los campos de Ecuador luego de haber pasado por Chile y Perú. También en las montoneras y ejércitos regulares que combatieron en nuestras guerras civiles del siglo xix y en la atroz guerra de la triple alianza que, injustamente, llevamos a nuestros hermanos del Paraguay.
Pero, insistimos, esto que se dice de las minorías negras puede hacerse extensivo a las diferentes comunidades originarias así como a los muchos “gringos” que poblaron el territorio de nuestro país. Hay allí una legitimidad de ciudadanía que es tan fuerte como la legitimidad basada en la diversidad cultural y que nos convierte en deudores de las culturas minoritarias sin más.
¿Qué necesita una persona para acreditar esa pertenencia a una cultura minoritaria o, como sostiene el autor, ser étnico?
“Para ser ‘negros’ o ‘étnicos’ no es necesario haber nacido con partera, ni saber montar en canoa, o comer pescado sin espinarse, ni tener una relación vinculante con la tierra, ni tener curas naturales, ni hijos en muchas mujeres, por poner “signos” que suelen desaparecer con la modernidad. Si se quiere, ese es un tipo de “etnicidad”.” (…)Lo “étnico” debería poder viajar a través de las distintas capas socioeconómicas del grupo. Si lo “étnico” se asocia a las costumbres de los más pobres o aislados en el grupo poblacional, entonces ese tipo de “etnicidad” desaparecerá con el tiempo, como ha venido pasando. En cambio, si se expanden las clases medias negras y resignificamos en términos modernos lo étnico, como parte de la diversidad cultural de la nación, la “identidad negra” se fortalecerá y lo étnico no desaparecerá sino que se masificará. De paso, los portadores ancestrales podrán vivir dignamente de tales manifestaciones culturales.”
Hay mucho más en el artículo que conviene leer en la misma integridad que propone el autor. Simplemente queremos dejar planteadas estas cuestiones que nos parecen centrales a la hora de pensar las relaciones entre identidad y cultura. Creemos firmemente que se puede tener identidades distintas – diferencias expresivas – y ser parte de una misma cultura – carecer de diferencias radicales. La gestión cultural puede construir estrategias de vida – cultura, en la definición de Kusch – entre los diversos.
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