Una nota en el Diario de los Andes, firmada por Claudio Barros, plantea el viejo problema de la relación entre tecnología y cambio cultural:
“El tiempo pasa y nos vamos poniendo tecnos”, cantaba Luca Prodan en los ’80 adaptando la letra de Pablo Milanés y describiendo los tiempos que se venían. ¿Qué tiempos se vinieron? los de la renovación tecnológica en forma vertiginosa, de cosas que durante décadas convivieron con nosotros y hoy las reemplazamos por nuevos productos más eficientes, mejor diseñados aunque quizá no tan necesarios.”
Avanza con una lista, no exhaustiva, de artefactos tecnológicos que, en pocos años, dejaron de ser: desde los disquetes hasta los discos compactos que los reemplazaron y hoy están en vías de extinción lisa y llana.
“Todos estos cambios no sólo son una cuestión de consumo, sino más bien cultural. Está cambiando nuestra forma de relacionarnos con el mundo. Ya no se arregla el reproductor de DVD, se tira y se compra nuevo porque es más barato. Hoy ya no es necesario hacer colas en el banco para pagar impuestos porque los home bankings por Internet permiten hacerlo desde el hogar. Parecen comodidades pero son también cambios importantes, y en breve llegarán otros. El arribo de la alta definición promete darnos estrenos de películas y series con una calidad que nos atornillará al sillón de casa para no perdernos nada. Parece lejano y caro, pero no hay que olvidar que igual se apreciaba mucho de lo que hoy poseemos y tenemos ganas de renovar.”
Mientras tanto una nota de Infobae nos cuenta una travesura de Google para celebrar sus diez años: “Ofrece los resultados que en 2001 hubiesen tenido búsquedas hechas hoy. iPod, YouTube, Wikipedia, Guerra de Irak Nada de eso aparecía en esa época ...”
Una pregunta casi obvia: aquellos 10 u 11 de noviembre de 1989 cuando el mundo leía en el diario o veía por televisión la caída del muro de Berlín ¿Cuántas personas de ese orbe habían oído hablar de Internet? Cierto es que existía para ámbitos más restringidos como el académico o el militar, pero la inmensa mayoría de los mortales ni siquiera la hubiera imaginado. Pero todo esto, incluso Google y el iPod ya son el diario de ayer.
Y nada más viejo que el diario de ayer, solía decir un viejo refrán; pero pareciera que lo viejo empieza a ser aquello que nacerá mañana ¿Pareciera?
La verdad es que vivimos tiempos tan acelerados que casi podrían definirse como de cambio constante; y si esto es así ¿Cómo se adaptan las personas? ¿Y las instituciones? ¿Y los gobiernos? Escenarios posibles, planificación proactiva e interactiva son algunas de las herramientas que solemos mentar cuando hablamos de cambio cultural.
Pero todo esto deja afuera esa dimensión más humana que es la cotidianeidad, ese lugar efímero donde las culturas se expresan, a veces en piloto automático.
Cultura es estrategia de vida, decía Kusch; y las estrategias tienden a la adaptación pero ¿Y las identidades emergentes de esas culturas? Entre una y otra opera el tiempo, pero un tiempo jerarquizado por los símbolos.
Y muchas veces no operamos sobre ese tiempo y los símbolos que lo maduran. Dejamos que los intereses, que legítimamente a veces, siempre operan.
En la etiqueta “identidad y cultura” de este blog venimos reflejando algunos de estos debates impulsados por el cambio constante. La gestión cultural tiene sobre estos tiempos subordinados al cambio mucho para preguntar y preguntarse.
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