El suplemento económico del diario Clarín de Buenos Aires publicó el último domingo algunos artículos que pueden resultar útiles para pensar la economía de la gestión cultural.
Citando, entre otros, al Premio Nobel Herbert Simon se refiere a la llamada economía de la atención titulando: “Riqueza de información, pobreza de atención”.
Lo explican con una cita de Simon: “lo que la atención consume es bastante obvio: la atención de sus receptores. De esto se deduce que una riqueza de información produce una pobreza de atención”.
Para entenderlo cabalmente basta con una simple comprobación: trate usted de recordar cuántos mensajes, de todo tipo, recibe a lo largo del día y a cuantos realmente le presta un mínimo de atención.
El crecimiento exponencial de los volúmenes de información lleva a que aumente el valor de la atención de las personas. Y esto porque estaríamos aplicando recursos escasos – la atención de las personas – a fines infinitamente múltiples – los mensajes disponibles en un tiempo y espacio determinado.
Claro que la comunicación involucra, además, aspectos simbólicos de todo tipo que pueden hacer que un mensaje se vuelva más o menos relevante para uno u otro receptor. Y eso, en un extremo es cultura y, desde el vamos, arte.
Un ejemplo muy interesante al respecto lo trae el mismo suplemento en la nota de contratapa titulada. Tickets, sponsors y rock and roll: el negocio de los recitales en la Argentina.
Se analizan allí las diferentes modalidades que caracterizan al negocio de los recitales lo cual, a nuestro juicio, está enmarcado en aquello que en otra entrada de este blog hemos caracterizado como un verdadero cambio cultural en la industria musical.
Hay artistas que financian la actividad con la venta de los Tickets – entradas – al recital y subsidiariamente algún recurso publicitario. Otros, cuya convocatoria es decididamente masiva invierten la fórmula: el foco económico está en los anunciantes que utilizan su concierto para atraer la atención del público.
Aunque, como sostiene la gerenta de marketing de una empresa que suele participar como sponsor de grandes marcas: “No hay una relación con la venta directa, pero salta en la afinidad de la marca con el mundo de la música”.
Además hay marcas – Personal Fest, Quilmes Rock y Pepsi Music, según la nota – que se superponen directamente con la propuesta artística relegando, hasta cierto punto, al artista a un segundo plano. Simplificando la mirada podríamos decir que el artista importa porque participa en ese evento.
El arte se vuelve vehículo para captar o asociar la atención del público con una propuesta comercial determinada. Esto, por cierto, actualiza los debates de todo tipo habidos sobre la relación entre arte, cultura de masas y mercados.
Simplificando podríamos decir que el arte o la producción artística para ser más exactos construyen tres tipos de relación no necesariamente excluyentes entre sí:
- El arte sostenido por la atención de su propio público.
- El arte como vehículo de las marcas que necesitan convocar la atención del público
- El arte subsumido en las estrategias de marketing de grandes empresas
La verdad es que, como gestor cultural, convivo mejor con los dos primeros modelos que con el último. Pero lo cierto es que todos ellos existen y hay muchos (y muy buenos) artistas que no dudan en recurrir a las más diversas combinaciones posibles.
Nota Relacionada:
Públicos culturales en la era de Internet
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3 comentarios:
Muy interesantes los artículos. Gracias también por los links a blogs relacionados.
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