Las instalaciones
culturales son tales porque involucran un valor simbólico que excede
su mera
materialidad. Son más que ladrillos, hierros y maderas o
colecciones.
Tienen también un
valor por el impacto que generan en sus comunidades tanto en términos
de identidad y pertenencia cuanto en aporte económico concreto. Esto
último, lo habíamos visto ya en una nota anterior, depende en buena medida de que se genere un determinado modelo de
negocio alrededor del valor simbólico y de su utilidad física.
Pero además tienen un
costo asociado al mantenimiento de la instalación, a los empleados
que las hacen funcionar, etcétera.
Son una ecuación
económica entre los recursos que generan y los aportes y gastos que
requieren.
Sobre esto charlamos en
nuestro programa de radio con Antonio López Crespo y Ricardo
Santillán Güemes a propósito del impacto de los recurrentes
recortes presupuestarios que suelen sufrir los organismos de cultura.
Ricardo aportó los
conceptos de atelia (sin dirección) e hipertelia (una dirección
demasiado rígida) así como una idea sobre la que ha trabajado mucho
tiempo: el juego de luces y sombras que se da en torno a los
fenómenos culturales. Cómo ocurre que frecuentemente los
presupuestos obvian invertir en aquellos aspectos que siendo
imprescindibles para el desarrollo de políticas culturales no tienen
suficiente luminosidad.
Es que las políticas
culturales también suelen ser víctimas de modas pasajeras. De
pronto se instala una buena idea, por ejemplo la de marcas culturalesglobales que luego, crisis mediante, resultan excesivamente “pesadas”
para presupuesto achicados.
Podes escuchar el audio
en el siguiente enlace:
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