El Sistema de Información Cultural de la Argentina ha puesto a disposición del público la versión digital (PDF, 16,2 megas) del libro “Nosotros y los Otros, el comercio exterior de bienes culturales en América del Sur” editado por las autoridades culturales de Argentina y Venezuela.
Se trata de un análisis del desempeño en este rubro de Argentina, Brasil, Chile, Perú, Uruguay y Venezuela.
Constituye un aporte valioso para repensar las estrategias culturales de nuestros países que conviene leer muy detenidamente y sin sacar conclusiones apresuradas habida cuenta de las dificultades metodológicas de todo tipo que plantea el objeto mismo de medición. Dicen los autores:
“Una primera definición de cultura es la que dice que “la cultura abarca los rasgos, creencias, convenciones, formas de convivencia, costumbres, imaginarios, sistemas de valores y prácticas simbólicas colectivas e individuales que prevalecen en un grupo”. Esta definición, si bien es aceptada y utilizada en estudios antropológicos y sociológicos, es de escasa utilidad a la hora de medir la cultura, ya que engloba a todas las prácticas sociales, en tanto cada una de ellas genera algún proceso de significación social. Es por eso que se presume más útil, a la hora de definir nuestro objeto de medición, pensar a la cultura como “un conjunto de actividades humanas y productos cuya razón de ser consiste en generar un procesamiento simbólico”.
Sin embargo, y aún utilizando esta definición restringida de cultura, el universo de actividades, productos y productores sigue siendo vastísimo.
Es por eso que se decidió posar la mirada sobre tres sectores particulares, aquellos que forman parte de lo que se denomina comúnmente las “Industrias Culturales Nucleares o Tradicionales”: el complejo audiovisual, el complejo fonográfico y el complejo editorial.
Cuando se habla de “comercio exterior” se hace referencia a “las transacciones económicas entre los residentes de un país y el resto del mundo.” Este ejercicio particular se centrará en el comercio exterior de bienes culturales, dejando de lado los servicios. La exclusión de los servicios culturales de este ejercicio de medición está vinculada a que su registro en las cuentas exteriores de los distintos países no está tan desarrollada, y mucho menos estandarizada, a nivel regional. En consecuencia, hay muchos países que no tienen un registro sistemático de estas transacciones, y la información disponible de los diferentes países suelen ser imposible de comparar.
Como se puede apreciar, se ha realizado un recorte preciso y excluyente a partir de la definición original de cultura. Lejos se está, sin embargo, de postular una supuesta neutralidad u objetividad en este recorte. Por el contrario, es preferible hablar de un proceso de objetivación. A través de sucesivos recortes se fue construyendo nuestro objeto “comercio exterior cultural”, al que ahora se tratará de mensurar.
La propuesta entonces es explicitar en profundidad cada una de las decisiones tomadas en este proceso de objetivación, y someterlas a la discusión colectiva. Pero antes de llegar a eso se realizará un pequeño y necesario rodeo: haremos una breve y simplificada revisión del funcionamiento del Sistema de Cuentas Nacionales, que es la fuente de la cual proviene la información disponible.”
Medir cualquier “indicador cultural” es siempre un proceso complejo pero no hay modo de hacer gestión cultural de un modo profesional sin utilizarlos. Máxime cuando se intenta vincular al sector cultural con los planes de desarrollo nacional.
Es en ese sentido que planteamos que es en sí mismo un aporte valioso más allá de la precisión de los datos que los propios autores debaten permanentemente.
Por otro lado el SINCA presenta un “Buscador de Comercio Exterior” referido al sector cultura utilizando el mismo recorte metodológico. Y la verdad es que funciona.
Permite obtener datos entre los años 1996 y 2007 referidos a importación o exportación hacia o desde un país o conteniente considerando cuatro sectores básicos: el audiovisual, el fonográfico o el editorial.
Una vez obtenido el dato el buscador permite guardarlo en formato pdf o tabla de cálculo.
Por ejemplo, una comparación entre las exportaciones del sector editorial argentino a España y Estados Unidos en las puntas del registro, 1996y 2007. He aquí el resultado copiado del pdf que me proveyó el sistema:
ESTADISTICAS DE COMERCIO EXTERIOR
COMPARACIÓN
OPERACIÓN AÑO ORIGEN DESTINO BIENES VALOR
Exportación 1996 Argentina España Sector Editorial 5.604.670
U$S FOB
Exportación 2007 Argentina España Sector Editorial 4.363.479
U$S FOB
Exportación 1996 Argentina America Sector Editorial 132.687.651
U$S FOB
Exportación 2007 Argentina America Sector Editorial 252.809.768
U$S FOB
Fuente: SInCA en base a datos del INDEC.
Una primera mirada es que nuestras exportaciones editoriales a Estados Unidos crecieron mientras las realizadas a España se redujeron. Considerando además la devaluación del 2001 pareciera haber una interesante investigación para hacer.
Como decíamos alguna vez hablando de indicadores culturales: está claro que los indicadores culturales sirven para medir fenómenos, pero no son los fenómenos. Convertirlos en datos precisos, pertinentes y relevantes es parte de la profesionalidad de la gestión cultural.
Se trata de un análisis del desempeño en este rubro de Argentina, Brasil, Chile, Perú, Uruguay y Venezuela.
Constituye un aporte valioso para repensar las estrategias culturales de nuestros países que conviene leer muy detenidamente y sin sacar conclusiones apresuradas habida cuenta de las dificultades metodológicas de todo tipo que plantea el objeto mismo de medición. Dicen los autores:
“Una primera definición de cultura es la que dice que “la cultura abarca los rasgos, creencias, convenciones, formas de convivencia, costumbres, imaginarios, sistemas de valores y prácticas simbólicas colectivas e individuales que prevalecen en un grupo”. Esta definición, si bien es aceptada y utilizada en estudios antropológicos y sociológicos, es de escasa utilidad a la hora de medir la cultura, ya que engloba a todas las prácticas sociales, en tanto cada una de ellas genera algún proceso de significación social. Es por eso que se presume más útil, a la hora de definir nuestro objeto de medición, pensar a la cultura como “un conjunto de actividades humanas y productos cuya razón de ser consiste en generar un procesamiento simbólico”.
Sin embargo, y aún utilizando esta definición restringida de cultura, el universo de actividades, productos y productores sigue siendo vastísimo.
Es por eso que se decidió posar la mirada sobre tres sectores particulares, aquellos que forman parte de lo que se denomina comúnmente las “Industrias Culturales Nucleares o Tradicionales”: el complejo audiovisual, el complejo fonográfico y el complejo editorial.
Cuando se habla de “comercio exterior” se hace referencia a “las transacciones económicas entre los residentes de un país y el resto del mundo.” Este ejercicio particular se centrará en el comercio exterior de bienes culturales, dejando de lado los servicios. La exclusión de los servicios culturales de este ejercicio de medición está vinculada a que su registro en las cuentas exteriores de los distintos países no está tan desarrollada, y mucho menos estandarizada, a nivel regional. En consecuencia, hay muchos países que no tienen un registro sistemático de estas transacciones, y la información disponible de los diferentes países suelen ser imposible de comparar.
Como se puede apreciar, se ha realizado un recorte preciso y excluyente a partir de la definición original de cultura. Lejos se está, sin embargo, de postular una supuesta neutralidad u objetividad en este recorte. Por el contrario, es preferible hablar de un proceso de objetivación. A través de sucesivos recortes se fue construyendo nuestro objeto “comercio exterior cultural”, al que ahora se tratará de mensurar.
La propuesta entonces es explicitar en profundidad cada una de las decisiones tomadas en este proceso de objetivación, y someterlas a la discusión colectiva. Pero antes de llegar a eso se realizará un pequeño y necesario rodeo: haremos una breve y simplificada revisión del funcionamiento del Sistema de Cuentas Nacionales, que es la fuente de la cual proviene la información disponible.”
Medir cualquier “indicador cultural” es siempre un proceso complejo pero no hay modo de hacer gestión cultural de un modo profesional sin utilizarlos. Máxime cuando se intenta vincular al sector cultural con los planes de desarrollo nacional.
Es en ese sentido que planteamos que es en sí mismo un aporte valioso más allá de la precisión de los datos que los propios autores debaten permanentemente.
Por otro lado el SINCA presenta un “Buscador de Comercio Exterior” referido al sector cultura utilizando el mismo recorte metodológico. Y la verdad es que funciona.
Permite obtener datos entre los años 1996 y 2007 referidos a importación o exportación hacia o desde un país o conteniente considerando cuatro sectores básicos: el audiovisual, el fonográfico o el editorial.
Una vez obtenido el dato el buscador permite guardarlo en formato pdf o tabla de cálculo.
Por ejemplo, una comparación entre las exportaciones del sector editorial argentino a España y Estados Unidos en las puntas del registro, 1996y 2007. He aquí el resultado copiado del pdf que me proveyó el sistema:
ESTADISTICAS DE COMERCIO EXTERIOR
COMPARACIÓN
OPERACIÓN AÑO ORIGEN DESTINO BIENES VALOR
Exportación 1996 Argentina España Sector Editorial 5.604.670
U$S FOB
Exportación 2007 Argentina España Sector Editorial 4.363.479
U$S FOB
Exportación 1996 Argentina America Sector Editorial 132.687.651
U$S FOB
Exportación 2007 Argentina America Sector Editorial 252.809.768
U$S FOB
Fuente: SInCA en base a datos del INDEC.
Una primera mirada es que nuestras exportaciones editoriales a Estados Unidos crecieron mientras las realizadas a España se redujeron. Considerando además la devaluación del 2001 pareciera haber una interesante investigación para hacer.
Como decíamos alguna vez hablando de indicadores culturales: está claro que los indicadores culturales sirven para medir fenómenos, pero no son los fenómenos. Convertirlos en datos precisos, pertinentes y relevantes es parte de la profesionalidad de la gestión cultural.
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