Un atajo para esa dilemática es poner el acento en las técnicas de estimulación de los procesos creativos, que las hay y muy buenas en los contextos adecuados.
Una posición diferente es la desarrollada por Howard Gardner en “Mentes Creativas”. Paradigma que solemos analizar – power point mediante – en seminarios y talleres dedicados a la gestión cultural.
Se trata del minucioso estudio de siete casos de máxima creatividad: Freud, Einstein, Picasso, Stravinsky, Eliot, Graham y Gandhi.
Recorre así diferentes campos de trabajo y diversos talentos. Recordemos que Gardner es quien propone la existencia de múltiples tipos de inteligencia.
Se trata de un modelo más sistémico que se ubica, por así decirlo, antes de la técnica. Intenta responder a la pregunta ¿Dónde está la creatividad?
Desde nuestra visión este modelo cierra el dilema del sentido común al investigar como algunas personas logran desplegar todo el potencial creativo que entraña la condición humana misma.
Todos somos creativos pero plasmar ese potencial en un obrar reconocido en “un contexto cultural concreto” es un proceso complejo que va a demandarnos esfuerzos de todo tipo. Simplificando en extremo las conclusiones del texto de Gardner proponemos un pequeño cuestionario que interpela nuestra vocación por desplegar ese potencial creativo que todos creemos tener:
¿Logramos enfocar nuestra vocación en un campo de trabajo?
¿Mantenemos nuestro asombro primero ante el mundo?
¿Estamos dispuestos a invertir diez años de trabajo en dominar ese campo que nos apasiona?
¿Somos capaces de convivir con nuestros fracasos y aprender de ellos?
¿Sabemos buscar el apoyo adecuado en el momento justo?
¿Confiamos en nuestras ideas y proyectos al extremo de crear un ámbito propicio para su desarrollo?
Finalmente ¿Tenemos fe en nuestras propias fuerzas, o en Dios o en la trascendencia del arte, técnica o ciencia que dominamos?
Las respuestas serán, naturalmente, personalísimas. Es más, todos aceptamos y rechazamos, casi cotidianamente, desafíos de todo tipo. Y en el ejercicio de esa libertad radica nuestra legitimidad como personas.
Nadie está obligado a ser creativo. Pero, desde este y otros estudios de caso, nadie desarrolla todo su potencial creativo sin un esfuerzo semejante.
Hay otra manera de plantear la misma cuestión: ¿esta o aquella organización facilita o entorpece esos esfuerzos? ¿Favorece o limita el potencial creativo de sus integrantes?
Por supuesto que hay otros factores que el autor desarrolla: los entornos socioculturales, los contextos epocales, la estructura de los ámbitos de expertos que evalúan un campo de trabajo concreto. Un texto con más de cuatrocientas páginas cuya primera edición data de 1995 ¿Una tapa vieja?
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