El primer día hábil del 2010 es momento propicio para desear a nuestros lectores un gran año y también para preguntarnos por las tareas de nuestra profesión – la gestión cultural – de cara al Bicentenario.
¿Qué bicentenario celebramos? Alrededor de 1810, las colonias españolas de América iniciaron sus procesos independentistas. En ese sentido suele hablarse del bicentenario de los gobiernos patrios americanos y no está mal.
Pero también podemos pensar en un proceso un poco más largo que comienza con la independencia de las trece colonias norteamericanas – 1776 – pasa por la revolución francesa – 1789 – y, en más de un sentido, todavía no ha concluido del todo.
Desde aquella era de la revolución – al decir de Hobsbawm – hasta nuestros días la lucha ha consistido en pasar de súbditos a ciudadanos.
Ciudadanía pendiente en distintos grados para las mujeres, los afrodescendientes y las comunidades aborígenes americanas por nombrar lo más evidente de una larga lista que varía de lugar en lugar.
Baste recordar las luchas de Matin Luther King, la República Española, los mártires de Chicago o la Revolución Mexicana por citar unos pocos y muy conocidos ejemplos. Una lucha que nació global más allá de que al localizarse en cada país o región adquirió sus propios acentos. Particularidades sobre las cuales tendrán mejor opinión que nosotros los propios involucrados; muchos de ellos lectores y lectoras de nuestro blog a quienes, desde ya, invitamos a opinar.
En nuestro país, Argentina, la esclavitud fue formalmente abolida en 1813 pero en materia de derechos de los afrodescendientes hay todavía mucho por hacer.
Los derechos electorales de los ciudadanos llegaron recién en 1912 luego de largas luchas encabezadas por la Unión Cívica Radical. Las mujeres argentinas votarían por primera vez en todo nuestro territorio en 1951 con el especial empuje que supo imprimirle al tema Eva Perón.
Los derechos de los pueblos aborígenes como tales fueron recién reconocidos por la Constitución Nacional de 1994. Y todavía no han terminado de bajar del papel a los hechos.
¿Hace falta decir que la pobreza extrema, las restricciones a los inmigrantes, la degradación del medio ambiente y la violencia generalizada son incompatibles con una verdadera ciudadanía? Y que estos flagelos campean nuestros territorios en grados diversos pero no menores.
Desde este lugar debiéramos pensar la gestión cultural como algo más que el fortalecimiento de políticas públicas orientadas al desarrollo del arte y el pensamiento especializado aunque los involucre.
La construcción de ciudadanía – política, social y cultural – es en sí misma una política cultural. Que remite a la formulación y puesta en marcha de estrategias de poder capaces de vencer inequidades y privilegios de todo tipo.
Capaz de descentralizar a nuestros estados en todos los sentidos posibles, haciéndolo presente al lado de cada persona como promotor de sus derechos ciudadanos.
Tal como ocurrió en 1810 con la formación de los primeros gobiernos patrios o en 1910 con la reformulación del sistema electoral también en 2010 necesitamos repensar las instituciones que administran las políticas culturales.
Necesitamos que sean más políticas y menos partidistas: no porque nieguen a los partidos sino porque proyecten acuerdos multipartidarios de largo plazo donde los profesionales de la gestión cultural puedan aportar su experticia sin subordinarse a lógicas clientelares de ningún tipo.
Necesitamos también que articulen los diferentes niveles de gobierno evitando competencias y superposiciones que terminan, inevitablemente, en el dispendio de recursos públicos siempre escasos.
Necesitamos que la multiculturalidad esencial de nuestras sociedades esté respaldada en políticas de estado sin caer en relativismos culturales que terminan degradando la cultura del conjunto. En la Argentina esto se llama federalismo cultural del estado nacional para con las provincias pero también de estas para con sus municipios y comunas.
Necesitamos, insistimos, una nueva institucionalidad cultural y el bicentenario es un tiempo ideal para poner en escena esta necesidad. Bienvenidos a la construcción de ese debate. Es nuestro deseo para este 2010 que estamos empezando.
Nota Relacionada:
Y sin embargo, feliz 2009
¿Qué bicentenario celebramos? Alrededor de 1810, las colonias españolas de América iniciaron sus procesos independentistas. En ese sentido suele hablarse del bicentenario de los gobiernos patrios americanos y no está mal.
Pero también podemos pensar en un proceso un poco más largo que comienza con la independencia de las trece colonias norteamericanas – 1776 – pasa por la revolución francesa – 1789 – y, en más de un sentido, todavía no ha concluido del todo.
Desde aquella era de la revolución – al decir de Hobsbawm – hasta nuestros días la lucha ha consistido en pasar de súbditos a ciudadanos.
Ciudadanía pendiente en distintos grados para las mujeres, los afrodescendientes y las comunidades aborígenes americanas por nombrar lo más evidente de una larga lista que varía de lugar en lugar.
Baste recordar las luchas de Matin Luther King, la República Española, los mártires de Chicago o la Revolución Mexicana por citar unos pocos y muy conocidos ejemplos. Una lucha que nació global más allá de que al localizarse en cada país o región adquirió sus propios acentos. Particularidades sobre las cuales tendrán mejor opinión que nosotros los propios involucrados; muchos de ellos lectores y lectoras de nuestro blog a quienes, desde ya, invitamos a opinar.
En nuestro país, Argentina, la esclavitud fue formalmente abolida en 1813 pero en materia de derechos de los afrodescendientes hay todavía mucho por hacer.
Los derechos electorales de los ciudadanos llegaron recién en 1912 luego de largas luchas encabezadas por la Unión Cívica Radical. Las mujeres argentinas votarían por primera vez en todo nuestro territorio en 1951 con el especial empuje que supo imprimirle al tema Eva Perón.
Los derechos de los pueblos aborígenes como tales fueron recién reconocidos por la Constitución Nacional de 1994. Y todavía no han terminado de bajar del papel a los hechos.
¿Hace falta decir que la pobreza extrema, las restricciones a los inmigrantes, la degradación del medio ambiente y la violencia generalizada son incompatibles con una verdadera ciudadanía? Y que estos flagelos campean nuestros territorios en grados diversos pero no menores.
Desde este lugar debiéramos pensar la gestión cultural como algo más que el fortalecimiento de políticas públicas orientadas al desarrollo del arte y el pensamiento especializado aunque los involucre.
La construcción de ciudadanía – política, social y cultural – es en sí misma una política cultural. Que remite a la formulación y puesta en marcha de estrategias de poder capaces de vencer inequidades y privilegios de todo tipo.
Capaz de descentralizar a nuestros estados en todos los sentidos posibles, haciéndolo presente al lado de cada persona como promotor de sus derechos ciudadanos.
Tal como ocurrió en 1810 con la formación de los primeros gobiernos patrios o en 1910 con la reformulación del sistema electoral también en 2010 necesitamos repensar las instituciones que administran las políticas culturales.
Necesitamos que sean más políticas y menos partidistas: no porque nieguen a los partidos sino porque proyecten acuerdos multipartidarios de largo plazo donde los profesionales de la gestión cultural puedan aportar su experticia sin subordinarse a lógicas clientelares de ningún tipo.
Necesitamos también que articulen los diferentes niveles de gobierno evitando competencias y superposiciones que terminan, inevitablemente, en el dispendio de recursos públicos siempre escasos.
Necesitamos que la multiculturalidad esencial de nuestras sociedades esté respaldada en políticas de estado sin caer en relativismos culturales que terminan degradando la cultura del conjunto. En la Argentina esto se llama federalismo cultural del estado nacional para con las provincias pero también de estas para con sus municipios y comunas.
Necesitamos, insistimos, una nueva institucionalidad cultural y el bicentenario es un tiempo ideal para poner en escena esta necesidad. Bienvenidos a la construcción de ese debate. Es nuestro deseo para este 2010 que estamos empezando.
Nota Relacionada:
Y sin embargo, feliz 2009
No hay comentarios.:
Publicar un comentario