Un libro publicado en 1991 – De “La Médica” y el Terapeuta – por el Centro Editor de América Latina daba cuenta de una experiencia sobre tratamiento intercultural de la salud en nuestra provincia de Neuquen.
Los autores del texto – partícipes de la experiencia – fueron Willie Arrue y Beatriz Kalinsky. Los otros protagonistas de la historia eran las comunidades Mapuches de la región.
Decía el texto en su contratapa: “La práctica de la gestión conjunta de curadores populares y médicos mediante la presencia de articuladores interculturales en los equipos de salud –los agentes sanitarios en especial – es un ejemplo rotundo de cambio en los estilos oficiales hasta ahora vigentes...”
No vamos, naturalmente, a transcribir el texto completo pero sí queríamos rescatar su existencia ante los avances que la gestión intercultural de la salud está teniendo en nuestro país.
Dice una nota de Clarín:
“El celular de Máximo Coñequir (73), lonko (jefe) Mapuche de la comunidad de Melinao, no para de sonar ... Coñequir atiende a sus vecinos desde hace más de dos décadas, pero sus métodos recién fueron legitimizados cuando comenzó a hacerlo en un centro de salud público en sociedad con el médico clínico Marcelo Labaqui. La iniciativa de fusionar ambos conocimientos médicos fue impulsada por el Ministerio de Salud bonaerense a raíz de los resultados que brindó la encuesta realizada, entre 2000 y 2006, a 20 mil indígenas ...”
La crónica del diario narra el interés que la propuesta ha despertado incluso en personas ajenas a la tradición aborígen así como experiencias similares realizadas con otras comunidades e incluso en otros países.
No se trata sólo del lógico respeto que siempre debieron haber recibido las culturas originarias sino de algo más importante: el reconocimiento a sus valores y costumbres. Y en la experiencia realizada en Neuquen hace más de quince años la presencia de “articuladores interculturales”. Gestión cultural aplicada a la salud diríamos nosotros.
Los autores del texto – partícipes de la experiencia – fueron Willie Arrue y Beatriz Kalinsky. Los otros protagonistas de la historia eran las comunidades Mapuches de la región.
Decía el texto en su contratapa: “La práctica de la gestión conjunta de curadores populares y médicos mediante la presencia de articuladores interculturales en los equipos de salud –los agentes sanitarios en especial – es un ejemplo rotundo de cambio en los estilos oficiales hasta ahora vigentes...”
No vamos, naturalmente, a transcribir el texto completo pero sí queríamos rescatar su existencia ante los avances que la gestión intercultural de la salud está teniendo en nuestro país.
Dice una nota de Clarín:
“El celular de Máximo Coñequir (73), lonko (jefe) Mapuche de la comunidad de Melinao, no para de sonar ... Coñequir atiende a sus vecinos desde hace más de dos décadas, pero sus métodos recién fueron legitimizados cuando comenzó a hacerlo en un centro de salud público en sociedad con el médico clínico Marcelo Labaqui. La iniciativa de fusionar ambos conocimientos médicos fue impulsada por el Ministerio de Salud bonaerense a raíz de los resultados que brindó la encuesta realizada, entre 2000 y 2006, a 20 mil indígenas ...”
La crónica del diario narra el interés que la propuesta ha despertado incluso en personas ajenas a la tradición aborígen así como experiencias similares realizadas con otras comunidades e incluso en otros países.
No se trata sólo del lógico respeto que siempre debieron haber recibido las culturas originarias sino de algo más importante: el reconocimiento a sus valores y costumbres. Y en la experiencia realizada en Neuquen hace más de quince años la presencia de “articuladores interculturales”. Gestión cultural aplicada a la salud diríamos nosotros.
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