13 septiembre, 2007

Gestión cultural y climas creativos



Casa de la Cultura de Almirante Brown dependiente de la Secretaría de Cultura de ese Municipio. En una de sus vidrieras de exposición los restos del monumento a Clemente y un cartel: Pocos Construyen, la Mayoría Destruye.

Un poco de historia: Clemente es una de las historietas más populares de la Argentina y su autor, Caloi (Carlos Loisteau) es oriundo del Municipio de Almirante Brown. Así fue que una esquina de Adrogué – ciudad cabecera del municipio – se emplazara un monumento al personaje de historieta.
Luego vendrían manos anónimas que destruyen la pieza escultórica. Destruir un acto de salvajismo del que no suelen salvarse ni las ciudades ni las autorías por importantes o menesterosas que sean. Tantos ejemplos hay que no vale la pena buscarlos, baste recordar los monumentos enrejados o la protección que rodea a la Fuente de las Nereidas en la costanera porteña.

Lo que sorprende es la visión que propone la Secretaría de Cultura del municipio: la mayoría destruye. Y tan luego refiriéndose al popular Clemente que fue construido tanto por su autor como por el público que lo ha convertido en un icono de lo popular, de lo masivo.
Es cierto que algún sentido común percibe al fenómeno creativo como producto único de los grandes genios: Leonardo Da Vinci sería el modelo perfecto de ese paradigma.
Pero también es cierto que diversas teorías y autores – cfr. Neuronilla.com – han clarificado la relación de mutua influencia entre el talento creador y el clima histórico y social donde se desarrolla.
Sin ir más lejos digamos que Caloi – en tanto dibujante humorístico – es heredero de una larguísima tradición que, en la Argentina, se remonta cuando menos a la segunda mitad del siglo XIX con revistas como El Mosquito o Caras y Caretas. Y que la historieta tiene en nuestro país un amplísimo público consumidor son el cual no podría existir.
Para decirlo rápidamente: lejos de destruir la mayoría co – construye la obra y su trascendencia junto al autor.
El punto es que pensar de un modo u otro supone estilos de gestión cultural muy diferentes.
Si pocos crean y la mayoría destruye la cultura – el sector cultura – sólo puede aspirar a centralizarse en instalaciones y propuestas de elite. Parapetarse en su torre de marfil.
Si las mayorías co – construyen la obra junto a sus artistas entonces la cultura debe buscar la calle, los barrios. Descentralizarse en ideas, estilos y espacios.
Claro que habrá también manos antisociales. Pero también esto puede y debe ser pensado con modelos menos autoritarios. Por lo menos si creemos que pluralidad, democracia y participación son valores constitutivos de la gestión cultural.

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