El portal elperiodic.com de Valencia publicó en estos días una nota referida a la cantidad de horas trabajadas, la productividad de las economías europeas y la cultura organizacional de las empresas.
Así, por ejemplo, se destaca que más horas trabajadas no es igual a mayor procutividad:
"De hecho, los países que aplican más medidas de conciliación son los más productivos, mientras que España, donde existe menos flexibilidad y las jornadas laborales son más largas, destaca por su baja productividad. En concreto, España trabaja 1.819 horas anuales frente a las 1.644 horas de media europea.Además, se ha comprobado que precisamente los sectores más rentables, como el bancario, el farmacéutico y el de los seguros, son aquellos que aplican más medidas de conciliación entre sus trabajadores.
Asimismo, según datos del Institut Valencià d´Estadística, un 9,7% de los asalariados de la Comunitat Valenciana deciden su horario de trabajo, frente al 5,7% de los españoles que lo hacen. El porcentaje de la Comunitat Valenciana es superior a la media nacional pero todavía siendo significativamente bajo."
El concepto de conciliación refiere a la posibilidad de que empresas y sindicatos flexibilicen los horarios de trabajo de modo que las empresas obtengan más productividad de sus empleados y los trabajadores más tiempo libre para dedicarlos al ocio y a sus familias.
El modo de administrar el tiempo es, sin dudas, un elemento cultural. El punto es que nuestras culturas organizacionales, tanto públicas como privadas, están todavía muy influidas por los valores de la modernidad.
Control y sincronización resultaron claves para el desarrollo de la productividad económica durante todo el siglo veinte; baste recordar las ideas del fordismo y el taylorismo por sólo citar dos paradigmas modernos.
Desde la gestión cultural debiéramos pensar cómo intervenir las culturas organizacionales para promover el cambio cultural que supone priorizar la productividad por sobre el control. Finalmente se trata de representaciones culturales que, la más de las veces, operan de modo automático y con una racionalidad ya perimida.
Además, mayor tiempo para el ocio supone ampliar la demanda de bienes y servicios culturales y de entretenimiento.
Quizás el verdadero cambio cultural esté en incooporar el ocio como materia de negociación entre los actores sociales. Redistribuir el ocio podría incluso ser una herramienta frente a la creciente falta de empleo.
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