La gestión cultural requiere de ciclos muy diferentes de los tiempos más cotidianos que caracterizan a la política. La cultura necesita del largo plazo mientras la política se alimenta de la coyuntura. Sin que esto suponga superioridad alguna, simplemente son diferentes.
De allí que siempre sea conflictiva la convivencia entre gestores culturales y dirigentes políticos. Y el reclamo permanente de incluir a la cultura entre las políticas de estado cuya permanencia esté garantizada más allá de los cambios gubernamentales.
Un reportaje a Sergio Vela, recientemente nombrado director del organismo mexicano de cultura CONACULTA (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes), recorre esa relación entre gestión cultural, gobierno y estado.
México viene de un cambio gubernamental signado por una elección cuando menos reñida; de allí la pregunta del periodista y su correspondiente respuesta:
"En un país dividido, ¿cómo se puede hacer un proyecto cultural que abarque a todos?
Creo que hay muchas posibilidades precisamente por la naturaleza dialogante de la cultura. Me parece que más allá de las vicisitudes y diferencias que se puedan tener en un momento determinado sobre un proyecto político particular, hay un consenso sobre la importancia de nuestra cultura. Considero también que hay muchos aspectos de la cultura nacional en las que todos los mexicanos nos reconocemos y que van más allá de cuestiones circunstanciales ( ...) la materia cultural implica necesariamente la divergencia, la discrepancia. Pero estar en desacuerdo no significa no poder convivir, no significa polarizar o crispar los ánimos. Me parece que una de las mejores señales de cultura en términos generales, y no me refiero sólo a la cultura mexicana, es poder estar en desacuerdo. Confrontar puntos de vista sin que esto signifique pleito.”
La gestión cultural aparece no ya en conflicto con la política sino como una instancia superior de articulación de la comunidad que puede, incluso, ser herramienta de reencuentro. Una mirada, por cierto, muy interesante para nuestra profesión.
“Creo que cualquier momento de cambio permite hacer una evaluación, un diagnóstico, una reflexión. El pasado es imborrable, es a partir del presente que podemos reconstruir, es a partir de las circunstancias de la actualidad que podemos proyectar.”
No hay gestión sin evaluación de contexto ... solemos decir en nuestras clases de gestión cultural y esto aparece muy claro en esta respuesta. También aparece una clave que muchas veces olvidamos por obvia: el pasado es imborrable. Se pueden cambiar sus efectos pero desde el presente y hacia el futuro.
Incursiona la nota en una duda que escuchamos muy a menudo en nuestra América: ¿tenemos políticas culturales? "Tengo la impresión de que hay muchas instituciones que implican en esencia ya una política cultural. No podemos soslayar el hecho de que hay una inquietud para la protección del patrimonio, propiciar la educación y la investigación artística, para tratar de descentralizar los bienes y servicios culturales, para difundir las artes, para establecer un diálogo con el interior y con el exterior, es decir las relaciones culturales internacionales, las culturas populares, las culturas indígenas.”
El Director de CONACULTA lo resuelve desde la praxis: si hay instituciones culturales entonces hay política cultural. Nos parece una mirada más que interesante porque invirtiendo el término podríamos pensar que las políticas culturales en general – y la gestión cultural en particular – tienen el color de las instituciones que la sostienen.
Le preguntan que destino piensa para una mega biblioteca creada en el Distrito Federal mexicano sobre la cual parece haber abundantes desacuerdos: “Bueno, ya existe. Me parece que se pueden hacer muchos juicios al respecto, pero ya existe y que hay que utilizarla.”
Una continuidad sostenida desde el estado más allá de la opinión personal del propio gestor circunstancialmente al frente del organismo. Es una mirada muy particular de la gestión cultural como disciplina específica:
"Se trata de encontrar el mejor vehículo de funcionamiento de las asociaciones culturales. No de resolver institucionalmente qué es la cultura, no se trata de legislar conceptos culturales. Se trata de que las instituciones culturales funcionen de manera más adecuada. Esa es la tarea primordial, que haya una visión de conjunto y un apoyo decidido a principios relevantes, que no perdamos todo aquello que es importante sino simplemente que fortalezcamos lo que tenemos y planteemos de manera cabal y consistente cómo deben de funcionar las instituciones, pero de manera incluyente, generosa, de una manera que vaya mucho más allá de la ruptura y que permita tender puentes.”
Sobre la relación entre lo estatal y lo privado – en sentido amplio – también aporta una mirada que merece ser debatida:
"Es imposible que el Estado o el sector público hagan todo. Las sociedades, las economías han cambiado durante estas últimas décadas. En ese sentido no debemos de perder la gran tradición de respaldo público a la cultura que tiene nuestro país, que va mucho más allá de vicisitudes de orden político. Tampoco debemos negar que cualquier gestión pública en materia cultural resulta insuficiente. Por ello es necesario que el resto de la sociedad participe también.”
Una pregunta y una respuesta que, a nuestro juicio, sintetizan buena parte del problema: "Pareciera ser que para que lo cultural exista debe de pasar por lo político, cuando lo político mismo deriva de lo cultural.
--Tienes razón. Uno de los aspectos preponderantes en [la] reflexión actual es la de contar de manera más enfática con una política cultural que vaya allende de los tiempos políticos. O sea, crear una política de Estado, no una política gubernamental. Aún así me parece que hay elementos de una política de Estado, pero que éstos no se han evidenciado. Por ejemplo el solo hecho de que durante décadas y décadas no hayan desaparecido museos, no hayan desaparecido orquestas. Que no haya dejado de haber una reflexión sobre la educación y la cultura. Y no se han dejado de atender sino que incluso se han ampliado. Está la cuestión sobre el patrimonio histórico, el patrimonio artístico, las culturas nativas, indígenas. Se tiene cada vez más conciencia de la enorme diversidad y riqueza que implica una realidad cultural como la mexicana. Claro, también ha habido momentos donde ha habido planteamientos desafortunados. Tratemos de evitarlos a futuro.”
Recomendamos leer la nota completa con mucho detenimiento. Será interesante ver como evoluciona de aquí en más la CONACULTA, si se hace lo que se dice o si resulta ahogada dentro de los conflictos políticos y presupuestarios que, incluso en este reportaje, ya pueden verse. La página web del organismo mexicano ofrece la posibilidad de suscribir su boletín electrónico en forma gratuita; quizás un buen ejercicio para seguir este debate.
Enlaces de esta Entrada:
Para Sergio Vela, el tigre en la rifa
CONACULTA
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¿Qué Hacemos los Gestores Culturales?
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México viene de un cambio gubernamental signado por una elección cuando menos reñida; de allí la pregunta del periodista y su correspondiente respuesta:
"En un país dividido, ¿cómo se puede hacer un proyecto cultural que abarque a todos?
Creo que hay muchas posibilidades precisamente por la naturaleza dialogante de la cultura. Me parece que más allá de las vicisitudes y diferencias que se puedan tener en un momento determinado sobre un proyecto político particular, hay un consenso sobre la importancia de nuestra cultura. Considero también que hay muchos aspectos de la cultura nacional en las que todos los mexicanos nos reconocemos y que van más allá de cuestiones circunstanciales ( ...) la materia cultural implica necesariamente la divergencia, la discrepancia. Pero estar en desacuerdo no significa no poder convivir, no significa polarizar o crispar los ánimos. Me parece que una de las mejores señales de cultura en términos generales, y no me refiero sólo a la cultura mexicana, es poder estar en desacuerdo. Confrontar puntos de vista sin que esto signifique pleito.”
La gestión cultural aparece no ya en conflicto con la política sino como una instancia superior de articulación de la comunidad que puede, incluso, ser herramienta de reencuentro. Una mirada, por cierto, muy interesante para nuestra profesión.
“Creo que cualquier momento de cambio permite hacer una evaluación, un diagnóstico, una reflexión. El pasado es imborrable, es a partir del presente que podemos reconstruir, es a partir de las circunstancias de la actualidad que podemos proyectar.”
No hay gestión sin evaluación de contexto ... solemos decir en nuestras clases de gestión cultural y esto aparece muy claro en esta respuesta. También aparece una clave que muchas veces olvidamos por obvia: el pasado es imborrable. Se pueden cambiar sus efectos pero desde el presente y hacia el futuro.
Incursiona la nota en una duda que escuchamos muy a menudo en nuestra América: ¿tenemos políticas culturales? "Tengo la impresión de que hay muchas instituciones que implican en esencia ya una política cultural. No podemos soslayar el hecho de que hay una inquietud para la protección del patrimonio, propiciar la educación y la investigación artística, para tratar de descentralizar los bienes y servicios culturales, para difundir las artes, para establecer un diálogo con el interior y con el exterior, es decir las relaciones culturales internacionales, las culturas populares, las culturas indígenas.”
El Director de CONACULTA lo resuelve desde la praxis: si hay instituciones culturales entonces hay política cultural. Nos parece una mirada más que interesante porque invirtiendo el término podríamos pensar que las políticas culturales en general – y la gestión cultural en particular – tienen el color de las instituciones que la sostienen.
Le preguntan que destino piensa para una mega biblioteca creada en el Distrito Federal mexicano sobre la cual parece haber abundantes desacuerdos: “Bueno, ya existe. Me parece que se pueden hacer muchos juicios al respecto, pero ya existe y que hay que utilizarla.”
Una continuidad sostenida desde el estado más allá de la opinión personal del propio gestor circunstancialmente al frente del organismo. Es una mirada muy particular de la gestión cultural como disciplina específica:
"Se trata de encontrar el mejor vehículo de funcionamiento de las asociaciones culturales. No de resolver institucionalmente qué es la cultura, no se trata de legislar conceptos culturales. Se trata de que las instituciones culturales funcionen de manera más adecuada. Esa es la tarea primordial, que haya una visión de conjunto y un apoyo decidido a principios relevantes, que no perdamos todo aquello que es importante sino simplemente que fortalezcamos lo que tenemos y planteemos de manera cabal y consistente cómo deben de funcionar las instituciones, pero de manera incluyente, generosa, de una manera que vaya mucho más allá de la ruptura y que permita tender puentes.”
Sobre la relación entre lo estatal y lo privado – en sentido amplio – también aporta una mirada que merece ser debatida:
"Es imposible que el Estado o el sector público hagan todo. Las sociedades, las economías han cambiado durante estas últimas décadas. En ese sentido no debemos de perder la gran tradición de respaldo público a la cultura que tiene nuestro país, que va mucho más allá de vicisitudes de orden político. Tampoco debemos negar que cualquier gestión pública en materia cultural resulta insuficiente. Por ello es necesario que el resto de la sociedad participe también.”
Una pregunta y una respuesta que, a nuestro juicio, sintetizan buena parte del problema: "Pareciera ser que para que lo cultural exista debe de pasar por lo político, cuando lo político mismo deriva de lo cultural.
--Tienes razón. Uno de los aspectos preponderantes en [la] reflexión actual es la de contar de manera más enfática con una política cultural que vaya allende de los tiempos políticos. O sea, crear una política de Estado, no una política gubernamental. Aún así me parece que hay elementos de una política de Estado, pero que éstos no se han evidenciado. Por ejemplo el solo hecho de que durante décadas y décadas no hayan desaparecido museos, no hayan desaparecido orquestas. Que no haya dejado de haber una reflexión sobre la educación y la cultura. Y no se han dejado de atender sino que incluso se han ampliado. Está la cuestión sobre el patrimonio histórico, el patrimonio artístico, las culturas nativas, indígenas. Se tiene cada vez más conciencia de la enorme diversidad y riqueza que implica una realidad cultural como la mexicana. Claro, también ha habido momentos donde ha habido planteamientos desafortunados. Tratemos de evitarlos a futuro.”
Recomendamos leer la nota completa con mucho detenimiento. Será interesante ver como evoluciona de aquí en más la CONACULTA, si se hace lo que se dice o si resulta ahogada dentro de los conflictos políticos y presupuestarios que, incluso en este reportaje, ya pueden verse. La página web del organismo mexicano ofrece la posibilidad de suscribir su boletín electrónico en forma gratuita; quizás un buen ejercicio para seguir este debate.
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