01 noviembre, 2007

Gestión cultural debajo del asfalto

La empresa Metrovías, concesionaria de los subtes de Buenos Aires, desarrolla desde 1997 un extenso programa de gestión cultural en sus estaciones. Un nota del diario La Razón de esta ciudad lo refleja así:
"Esta movida -gracias a la cual trabajan más de 300 artistas- incluye propuestas como música, teatro, danza, escultura, fotografía, literatura, historieta, cine, conservación e instalación de murales. "Con esta iniciativa, nuestra idea no es sólo complacer al pasajero, sino que el subte se convierta en un polo cultural más de la Ciudad. Por ejemplo, hay alrededor de 130 murales que fueron realizados por artistas reconocidos en todo el país y que son un testimonio de la historia del último siglo", remarcó a La Razón el titular de Gestión Cultural de Metrovías, Pepe Romero. "Todos los artistas que trabajan en el subte, ya sea para hacer un espectáculo a la gorra o un show musical, tienen sus horarios asignados", agregó."
No hace mucho habíamos publicado una entrada que incluía declaraciones del responsable de esta tarea, Juan José Romero referidas a las características de un gestor cultural contratado por una empresa.
Es un caso muy atractivo ya que permite ver cómo un espacio pensado para otra cosa puede ser visto y programado como escenario de la acción cultural. Aunque, justo es decirlo, la música y el ruido que produce el material rodante se combinan bastante mal.
La participación del público y la cantidad de artistas involucrados en la nota que estamos comentando hablan de una gestión cultural razonablemente lograda. Que, por otra parte, no ha podido evitar que la empresa se viera envuelta en interminables polémicas con sus trabajadores y los propios usuarios.
Una recorrida por el blog “Me Cago en Metrovías” da buena cuenta de esta contradicción.
Se habla allí de falta de seguridad en los andenes, las permanentes demoras y otras delicias del pasajero. También hubo una asociación de consumidores que denunció penalmente a la empresa unas pocas semanas atrás.La pregunta es si pueden convivir una gestión cultural exitosa con una gestión empresaria que está, cuando menos, severamente cuestionada ¿Cuál es el límite entre una y otra?

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