Aunque el texto hace foco sobre la cultura de la innovación en el mundo de la producción empresaria nos parece que varios de sus postulados son perfectamente aplicables al campo de la gestión cultural. Entre los supuestos que definen una cultura innovadora sostiene:
“1-. Mayor creatividad. La creatividad es una habilidad que se puede desarrollar y promocionar conscientemente.
2-. Educación ubicua y permanente. En todo lugar y en todo momento.
3-. Mosaico cultural. Diversificación de la sociedad con una mayor riqueza de las interacciones (redes).”
Por el lado de los atributos que un producto o servicio debe cumplir para ser calificado de innovador dice la Universidad Politécnica de Madrid:
“1-. Un uso de tecnologías mejores que las anterioresz
- Un producto que no sea tecnológicamente avanzado puede quedarse obsoleto en muy poco tiempo.
- Ejemplo: sistemas de control de riego automático basados en relés.
2-. Dirigirse a unas necesidades que la sociedad acepte.
- El nuevo producto puede pretender cubrir una necesidad que la sociedad no tiene o no valora, o hacerlo a un coste socialmente inaceptable.
Ejemplo: las necesidades energéticas constituyen una necesidad básica de la sociedad, pero cubrirla con centrales nucleares ha obtenido un rechazo en muchos países.
3-. Introducirse en el mercado a unos costes que éste acepte
Un nuevo producto que sustituya a otro no puede introducirse en el mercado a un precio que impida su adquisición por la mayoría del segmento de consumidores a los que va dirigido.
Ejemplo: el libro electrónico.”
Insistimos: creemos posible adecuar estos criterios al campo de la gestión cultural; claro que a condición de incluir la complejidad simbólica que toda cultura supone. Desde los diversos modos de valorar lo útil o superfluo hasta las maneras de relacionarse con el tiempo.
Hay, además, otro aspecto en relación al despliegue accionar cultural ¿Cuánto puede aportar la gestión cultural al desarrollo de una cultura innovadora?
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