29 abril, 2009

El valor de una instalación cultural

El portal deia.com informa que: “La actividad congresual y cultural del Centro Kursaal ha supuesto, desde su inauguración hace una década, un impacto económico en Gipuzkoa de diez veces su inversión inicial, al contribuir con 610 millones de euros a su PIB, sostener un millar de empleos y haber abonado en impuestos casi 60 millones.
La noticia es interesante pues nos permite revisar cómo una instalación cultural puede construir un valor económico que aporte al desarrollo de su región. Veamos algunos temas:
La calidad de la instalación: en primer lugar se trata de un “... edificio polivalente y multidisciplinar que albergan los cubos que diseñó el arquitecto Rafael Moneo.” La polivalencia se ve en estos datos: “...un total de 2.673 eventos, de los que 1.062 han sido culturales, con una media de ocupación de sus salas superior al 90 por ciento.
El prestigio: “...los "hitos" que han contribuido a su "destacada posición competitiva" y a su "imagen de prestigio y vanguardia en el mercado de las convenciones", destacan, según sus responsables, la consecución del premio Mejor Edificio de Europa (Mies van der Rohe) en 2001, su ubicación entre los cinco mejores palacios de congresos del mundo en el ránking de la asociación internacional AIPC o la obtención en 2005 de la "Q" de Plata a la Excelencia en la Gestión.
El uso de indicadores: "La creciente facturación y la autofinanciación desde su primer año de vida" son consecuencia, según el balance presentado, de su alto nivel de actividad, que superó los 300 eventos ya en 2003, así como su tasa de ocupación, que alcanza más del 90% desde 2004, o el gran número de asistentes, que es de más de 600.000 personas desde 2.005.”
Por el tipo de texto del que estamos hablando hubiera sido imposible la enumeración de todos los eventos relizados de modo que debemos aceptar el criterio del cronista quien sostiene que sólo 1062 de las 2673 actividades realizadas son “culturales”."
Este dato da la idea de que la instalación ha sido pensada con un criterio mixto: lo cultural por un lado y el palacio de convenciones cómo unidad de negocios por el otro. Todo apuntando a lograr una tasa de ocupación que haga sustentable la instalación.
El modelo es interesante y, nos parece, aplicable a instalaciones de diferente naturaleza. Solo se trata de trabajar sobre la calidad de la instalación que puede estar basada en su diseño, su historia, su ubicación o su funcionalidad, identificar un nicho de negocios específico (es este caso un “palacio de convenciones”) que pueda funcionar en paralelo, la gestión del prestigio de la instalación y el uso de indicadores para ir gerenciando su tasa de ocupación.
Por cierto que todo esto es posible a condición de profesionalizar la gestión cultural.

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