El portal español Expansión&empleo.com se pregunta en una nota ¿Es su empresa un entorno creativo? Recorre en unos cuantos párrafos lo que parece ser el mundo de la creatividad:
“…el desarrollo de un país -o de una empresa- está estrechamente relacionado con la presencia de clase creativa entre sus profesionales…”
“… la creatividad está llamada a convertirse en la cualificación profesional del siglo XXI, por encima del expediente académico y de la experiencia laboral del candidato”
"El conocimiento disponible en cualquier actividad se duplica cada catorce meses, por lo que parece claro que, a corto plazo, la voluntad de aprender del empleado acabará siendo más importante que su experiencia anterior"
“Para fomentar su creatividad, la firma ha habilitado espacios abiertos en sus edificios y ha instalado pizarras en cada sala, con el objetivo de que sus trabajadores plasmen en ella cualquier idea”
En todos los casos cita como fuente a diversos expertos que dan sustento al dato. Así podríamos seguir citando sitios de las más diversas condiciones para afirmar que estos temas se han puesto de moda. Parecería haber una oleada de “buenas” empresas y organizaciones que se esfuerzan por hacer una vida más “creativa”.
Pero la verdad es que, más allá de las excepciones de siempre, la reciente crisis financiera global mostró a muchas empresas y organizaciones haciendo lo mismo de siempre: reducir plantillas. De hecho el mismo artículo que estamos citando muestra algunos de estos límites:
“En este sentido, cabe destacar que todas las personas tenemos la capacidad de ser creativas, aunque esta competencia profesional es actualmente un bien escaso en España. Quizá porque el 80% de las empresas continúa alimentando entornos del miedo -miedo a equivocarnos, a perder nuestro empleo, etcétera-, lo que facilita la aparición de la clase reactiva, esto es, de personas con baja iniciativa y baja empatía laboral.”
No tengo estadísticas específicas sobre el mismo fenómeno en Argentina pero sospecho que estamos en una situación muy similar – o peor – que la descripta para España.
La verdad es que las personas que pretenden escapar de ese ochenta por ciento de mediocridad se enfrentan, la más de las veces, a entornos pensados para custodiar el poder más que para cambiarlo.
Howard Gardner, en su “Mentes Creativas”, describe a Sigmund Freud más como un general en operaciones que como a un científico innovador. Y podríamos sumar ejemplos tanto o más conocidos y estudiados.
Para que la generación de entornos creativos sea lago más que una moda con buena prensa necesitamos un cambio cultural tan profundo que altere los fundamentos mismos del poder. Y eso es un poco más complejo que una pizarra en la pared.
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