17 diciembre, 2007

El error y la creatividad

El Museo Saavedra de la ciudad de Buenos Aires edita un newsletter que mantiene informados a sus suscriptores sobre las actividades culturales del mismo.
La edición del jueves pasado decía en su asunto: ¡Por un buen 2007! En el cuerpo del mensaje un poema de Juan Gelman:

pero José Gervasio de
Artigas soñaba otra cosa:
ayunos de cuatro mil años
podridos dando su calor
para que al fin el país creciera
o le salieran como alitas
y diera vueltas sobre el mundo
parase en la voz de Dios
anduviera la pampa como
un cielo al sol de la justicia

Ríos. Juan Gelman (1971)

¡Por un buen 2007!
Museo Histórico de Buenos Aires "Cornelio de Saavedra
.

Los receptores del boletín electrónico habremos notado el error o no, habremos hecho un rezongo o una sonrisa o nada. Pero el error existió y duplicado.
Lo interesante es ver como reaccionó la gente del Museo Saavedra. Podrían haber dejado pasar la cosa por nimia, haber producido una formal fe de erratas. Pero no, un día después llegó otro boletín: ¡y para el 2008 también!
Y una explicación en el cuerpo del mensaje:

Si bien queda aún 2007, nuestros deseos de un buen año eran, y son, para el 2008.
¡Es que los años pasan tan rápido que la neurona se cansa...!

Alberto Gabriel Piñeiro (el que pifió la tecla)
Museo Histórico de Buenos Aires "Cornelio de Saavedra"

Respetaron a su público, hicieron humor sobre sí mismos. Quien se equivocó se hizo personalmente responsable y aquí no pasó nada más que el tan humano “pifiar la tecla”.
Podrá decirse que es muy cotidiano para motivar un comentario que mente la creatividad de lo actuado.
Pero si una organización aspira a ser creativa debe serlo principalmente en lo cotidiano, en el clima de trabajo hacia su público y hacia quienes se desempeñan en ella. No conocemos la intimidad del Museo Saavedra pero como usuario habitual de su boletín me sentí respetado y tratado como una persona.
Además, en el trabajo cotidiano el error ocurre. Y si se apuesta a la creación la posibilidad de equivocarse es mayor todavía. Claro que no es lo mismo “pifiar una tecla” cuando se escribe un texto que cuando se pone en marcha una central nuclear.
De allí la importancia que tienen las políticas para el error. No se lo puede negar, no se lo puede poner bajo la alfombra.
Y aquí es donde decimos que la gente del Museo Saavedra hizo lo justo: hacerse responsable y respetar al otro. Cotidiano, es cierto, pero un ejemplo.

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