Una nota de Pagina / 12 relata que “una obra de danza contemporánea se desarrolla en una vidriera, creación de Diana Theocharidis, una coreógrafa hace tiempo interesada en trabajar en espacios no convencionales.”
Al explicar el sentido de la puesta dice la coreógrafa: “Transformamos la vidriera en una caja negra y usamos la cortina como telón, como si fuera un escenario a la italiana (...)Este procedimiento me permitió poner de relieve que es la obra la que construye el espacio. Una caja negra no es un espacio sino un lugar neutro que permite que cada obra genere su espacio. En danza, no se trata de desplegar cuerpos en el espacio, porque el espacio no existe de antemano, sino que es creado por el intérprete. El gesto de un bailarín puede generar un espacio infinito o, por el contrario, opresivo. El teatro es simplemente el lugar. En los lugares no convencionales, como en esta vidriera, sucede algo más: las características propias del lugar son tomadas como material de la danza. Eso demuestra que el espacio no es el lugar; es el cuerpo el que lo construye.”
Esto que se dice del lenguaje estético – y sus instrumentos – como constructor del espacio escénico bien puede aplicarse a la gestión cultural: cierto es que hay espacios dedicados y consagrados a su ejercicio; pero la gestión puede - y debiera - construir lugares.
Claro que esto supone el dominio de una técnica – dicho en el sentido más amplio posible – y la vocación por la experimentación. Las declaraciones de la coreógrafa son una invitación para ambos caminos.
10 marzo, 2008
Gestión cultural en una vidriera
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario