Darío Sztajnszrajber, es parte del equipo docente del curso de posgrado en Gestión Cultural y Comunicación de FLACSO donde puede consultarse su currículo.
Acaba de compilar el libro, POSJUDAíSMO. DEBATES SOBRE LO JUDíO EN EL SIGLO XXI, editado por Prometeo.
Desde el vamos el título del libro se ubica entre dos culturas; una que lleva contados 5767 años y otra que “apenas” se piensa de veinte siglos.
Publicó, hace unos días, un artículo en Clarín bajo el título “Lo judío es diverso como la vida” que conviene leer en clave de pensar las identidades culturales en estos principios o finales de siglo, según se mire.
Dice, en el artículo, que “cualquier definición de lo judío no puede contemplar la diversidad propia de una vida judía que se desborda todo el tiempo.” Y párrafos después profundiza:
“La definición matrilineal (ley del vientre: judío es hijo de madre judía) deja afuera a los judíos de madre no judía; la definición patrilineal (hijo de padre judío) deja afuera a los judíos con un abuelo judío (ley del retorno). Pero todas éstas dejan afuera al judío por autoidentificación emocional, es decir, aquel que se autodefine como judío a partir de una elección vivencial y que no necesita de ninguno de los procesos de conversión oficiales. Aquel que se siente judío como parte de una tradición que lo constituye, y que la vive como lo que etimológicamente significa: transmisión. Una transmisión de vivencias, de valores, de emociones, de afectos, una transmisión de relatos y no de apego ciego a las reglas”
Donde dice judío podríamos escribir, gallego, vasco o, casi, cualquier identidad cultural. Donde casi significa apenas un reparo metodológico. Porque lo cierto es que nada hay menos identica a sí misma que la identidad cultural considerada en el tiempo y espacio.
Por si quedara alguna duda el autor agrega:
“Hay tanta fragmentación en el mundo judío que la cuestión de la identidad deviene en un encorsetamiento excluyente: hay más judíos que judaísmos; esto es, toda definición de quién es judío siempre deja a muchos judíos afuera.” (...)
“La autoidentificación no constituye una afirmación vacía, sino todo lo contrario: sentirse judío es sentirse parte de una huella que nos narra y que nos empuja a construir nuestros propios relatos. Ser judío es haberse descubierto en algún momento como parte de esa huella y hacerse cargo. Redescribirla, reformularla, resignificarla, amarla, pelearse con ella, perderle el respeto. Las definiciones fijan reglas, la vida transcurre en sus cambios.”
Por supuesto recomendamos la lectura completa del artículo. Y también contextualizarlo en los cambios que las identidades culturales en general –no sólo la judaica – experimentan en su vida cotidiana sin que eso signifique renunciar a aquello que son. Es más, se cambia para seguir siendo.
En este mismo blog nos preguntábamos si no ha emergido ya una suerte de “ciudadanía cultural optativa” cuyo acento esté más puesto en qué tradición cultural nos interpela que en el suelo o en la sangre.
Debates de un mundo que se achica hasta el límite de lo inmediato y en el cual sólo hay espacio no ya para el respeto sino para la más amplia promoción de la diversidad cultural.
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2 comentarios:
Mis abuelos son españoles que vinieron de la guerra para mejorar su situación. Luego de muchos años, volvieron a España y vivieron allí siete años. Actualmente, dicen no sentirse argentinos aquí y no sentirse españoles allá. Esto le pasa a muchos. Si bien el artículo plantea otra cosa, la integración es parte de este acontecer global.
Creo yo.
Y los argentinos somos un poco así, medio españoles, medio indios, tanos para comer y franceses para leer. Todos nos identificamos con el gaucho pero en la vida montamos a caballo ...
Una mezcolanza hecha "a los conventillos" como decía un viejo sainete.
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