La gestión cultural puede ocupar los lugares más inverosímiles: los únicos límites son el buen gusto y la creatividad de quien gestiona.
Dicho así no pasa de una mera declaración voluntarista. Y sin embargo sobran los ejemplos.
Alguna vez hablamos de gestión cultural en una vidriera. Otra de gestión cultural hospitalaria; de una protesta política con aire circense o de un almacén museo.
Podríamos, además, citar el caso de la hermosamente caótica feria Tristán Narvaja de Montevideo donde puede comprarse casi de todo: desde pájaros y cebollas hasta música, artesanías o libros antiguos.
Pero ¿Puede una opera surgir entre los puestos que venden fruta, fiambres o pescado? Habrá, naturalmente, dificultades técnicas de todo tipo; faltará la caja de resonancia propia de un teatro o el despliegue de la escenografía, tampoco habrá dispositivos para subtitular en el idioma de los asistentes. Y sin embargo el público puede disfrutarlo.
Claro que para esto la gestión cultural debe hacerse cargo de la formación de públicos, y no solo de la captación de espectadores con todo lo importante que es esto último. Las personas necesitamos que nos muestren y nos ayuden a apreciar las distintas formas que puede asumir el arte. A comprender sus códigos y simbologías.
Esto es lo que están haciendo desde el sitio “Eso que se conoce como la opera” y han colgado en youtube un video que les proponemos compartir: una iniciativa que vale la pena conocer, difundir y, creativamente, replicar.
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2 comentarios:
Muy bueno
Es genial. Un video para ver varias veces, se descubren expresiones en las caras de la gente conforme lo ves más veces.
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